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Errante del tiempo - Ikaru (Eclipse Duel Of Fates)ChumsOF
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Dr.Ikaru (PRESENTE)

FICHA TECNICA

​-  Nombre completo: Ikaru

-  Edad: 16 años

-  Mundo de origen: Eclipsis Duel Of Fates (Refugio del Sol)

-  Afiliación: Príncipe de Refugio del Sol

Raza: Humano con bendición temporal ancestral

Altura: 1.64 m

Cabello: Negro

Ojos: Azules (con gafas color rojo)

Arma: Espada​

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Capítulo 1 - El día que el Sol tocó la Tierra

“A veces, el destino no cae del cielo… se estrella contra el suelo.”
— Frase inscrita en una de las murallas del Refugio del Sol.

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1. Amanecer de un día anómalo

El aire olía a cobre y polvo.
El pequeño Ikaru se encontraba recostado sobre la hierba húmeda, observando las nubes moverse lentamente. Tenía una mirada distraída, curiosa, casi desafiante para alguien de su edad.

—¿Por qué el cielo nunca se cansa de mirarnos? —preguntó, mientras lanzaba una piedra al aire y la atrapaba con torpeza.
Nadie respondió. Solo el silencio de su aldea lo acompañaba, roto por el zumbido distante de algo… cayendo del cielo.

Un destello cruzó el horizonte. Primero fue una línea dorada, luego un rugido que estremeció la tierra. Los animales huyeron. Los árboles se inclinaron. Y el pequeño Ikaru sonrió con una mezcla de miedo y fascinación.

—Eso no era una estrella… —murmuró.
—¡Eso fue el sol cayéndose, idiota! —gritó una voz detrás de él.

Ikaru se volteó. Budry, un niño de su misma edad, de cabello desordenado y mirada chispeante, se acercaba corriendo con una sonrisa insolente.
Detrás de él venía Sky, serio, cubierto de polvo, y un niño más bajo, de rostro amable: Cannorth.

—¿Y si vamos a ver qué fue eso? —propuso Ikaru con emoción.
—¿Estás loco? —replicó Sky— Podría ser una bomba o… algo de los guardianes.
—O un dulce gigante, —añadió Budry con una sonrisa torcida— solo hay una forma de saberlo.

Los tres se miraron. Y sin decir más, corrieron hacia el resplandor que aún teñía de dorado el horizonte.

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1.2 El impacto

El cráter humeaba como una herida abierta. En su centro, una cápsula dorada semienterrada palpitaba con un brillo cálido, como si aún respirara.
Los niños se asomaron con cuidado, cubriéndose el rostro del calor.

—¿Qué es eso? —preguntó Cannorth, con los ojos abiertos de par en par.
—Parece... un trozo del sol. —respondió Ikaru con voz temblorosa.

Entonces, la cápsula se abrió con un chasquido metálico. De su interior emergió un símbolo —un círculo con tres rayos— grabado en un cristal flotante.
Un viento dorado barrió el campo, levantando hojas y polvo.

Budry, siempre el más atrevido, extendió su mano para tocarlo.
Pero antes de hacerlo, el cristal se quebró en tres fragmentos y una voz resonó en sus mentes:

“El Refugio ha despertado… los hijos del amanecer han sido elegidos.”

Los niños cayeron al suelo, aturdidos.
Sky se llevó las manos a la cabeza.
Ikaru sintió por un instante como si el tiempo se detuviera… solo un parpadeo. Pero suficiente para que el mundo a su alrededor pareciera repetirse.

—¿Alguien más vio eso? —dijo, jadeando.
—¿Qué cosa? —respondió Budry, levantándose— Solo vi una luz y luego... nada.
—Nada no, idiota. El cielo se quebró un segundo.
—Oye, —intervino Cannorth— tal vez deberíamos decirle a los adultos.
—Sí, buena idea, —replicó Budry— aunque seguro nos culpan a nosotros. Como siempre.

Los tres comenzaron a reír. Era una risa nerviosa, forzada, pero llena de ese tipo de valentía que solo los niños entienden.

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1.3 Caída del Sol

Cuando el grupo de guardianes del Refugio del Sol llegó horas más tarde, encontró a los niños junto al cráter, dibujando en la arena.
El Comandante Alon descendió de su corcel de energía y los observó con dureza.

—¿Qué hacen aquí?
—Exploramos, —respondió Budry, sonriendo.
—Investigamos, —dijo Sky, con solemnidad.
—Yo... escuchaba el cielo, —añadió Ikaru.

El comandante suspiró.
—Niños del amanecer… No deberían haber visto esto. Pero quizás… era inevitable.

Con una seña, ordenó a sus hombres llevarlos al Refugio.
Ikaru miró hacia atrás una última vez: la cápsula ya no estaba. Solo un leve resplandor en el suelo y una sensación de que algo dentro de él había despertado, aunque no sabía qué.

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1.4 Cierre del capítulo

Esa noche, mientras dormían en el Refugio, Ikaru abrió los ojos por un instante.
Las estrellas parecían moverse... hacia atrás.
Solo un segundo.
Y escuchó, en su mente infantil, una voz que susurró:

“El tiempo te observó hoy, pequeño.”

Ikaru se encogió bajo las mantas.
—Pues que me mire bien, —murmuró somnoliento— porque no pienso dormir temprano nunca más.

Y el eco de su risa infantil quedó flotando en la oscuridad.​​​

Capítulo 2 – El Refugio de los Tres Soles

“No todos los refugios protegen del peligro; algunos lo entrenan.”
— Inscripción en el umbral del Refugio del Sol.

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1. Llegada

El sonido de las compuertas resonó como un trueno metálico cuando los niños fueron escoltados al interior del Refugio del Sol.
Aquel lugar no era lo que esperaban: ni un templo dorado ni una fortaleza radiante. Era una mezcla de ambos, con muros de piedra viva que respiraban calor, pasillos iluminados por cristales solares y un aire cargado de energía contenida.

Budry miraba todo con ojos grandes.
—Vaya... pensé que el “Refugio del Sol” tendría menos olor a sudor.
Sky lo fulminó con la mirada.
—Cállate, o terminarás limpiando el piso con un cepillo solar.
—¿Qué? ¿Brilla mientras uno sufre? Me gusta.

Cannorth, el más tranquilo, se mantenía detrás de Ikaru, observando los símbolos tallados en las paredes.
—Esto es antiguo… mucho más de lo que dicen las historias —murmuró.

Ikaru caminaba en silencio, absorbiendo cada detalle. Sentía el suelo vibrar bajo sus pies, como si el lugar respirara.
Una voz profunda los interrumpió.

—Pequeños del amanecer.
El Guardián Wilzik, comandante de la Guardia Solar, se detuvo frente a una enorme puerta circular grabada con tres círculos entrelazados. Su armadura reflejaba los rayos del sol artificial del techo.
—Entren. El Rey Arkhen desea verlos.

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1.2 El Consejo del Sol

La cámara del trono era imponente, bañada por haces de luz que caían desde lo alto.
En el centro, sobre un estrado de piedra dorada, se encontraba Arkhen, el Rey del Refugio del Sol, de porte sereno pero mirada implacable.
A su lado izquierdo, Zaira, su fiel científica y confidente de Budry, llevaba un manto blanco lleno de placas metálicas y runas de energía. Sus ojos parecían analizar cada respiración.

A la derecha, una joven de cabello rojizo observaba con curiosidad contenida. Su nombre era Tahiana, heredera de un linaje desconocido y claramente fascinada por Ikaru. Cada gesto, cada movimiento de él, parecía captar toda su atención, incluso cuando trataba de disimularlo.

Arkhen los observó con calma.
—Así que estos son los niños que tocaron el fragmento del Sol Caído.
Zaira frunció el ceño, sin apartar la vista de Budry.
—Tres imprudentes y un curioso —dijo con un tono que oscilaba entre la crítica y la fascinación.

Ikaru levantó la mano con descaro.
—Yo no lo toqué.
Zaira arqueó una ceja.
—Lo pensaste.
—Entonces arresten mis pensamientos —replicó Ikaru con una media sonrisa.

Tahiana esbozó una pequeña sonrisa.
—Tiene… carácter —susurró para sí, sin apartar los ojos de él.

Budry se encogió de hombros.
—Lo peligroso aquí es que todavía no nos han dado de comer.
Zaira suspiró.
—Ya veo. Insolentes, hambrientos y desafinados… un cóctel perfecto para problemas.

Arkhen descendió lentamente del trono y se detuvo frente a los cuatro niños.
Su voz llenó la sala.
—El Refugio los vio. Y eso no ocurre sin razón. Desde hoy, estarán bajo la supervisión de la Guardia Solar.

Sky levantó la vista, firme.
—¿Qué significa eso?
—Significa —respondió Arkhen— que el Sol los marcó. Que su destino ya no les pertenece por completo.

Budry bufó.
—¿Y eso incluye comida? Porque el destino con hambre no es tan glorioso.
El Guardián Wilzik, desde el fondo, soltó una carcajada.
—Tendrás más que comida, pequeño. Tendrás entrenamiento… y el doble de trabajo por hablar de más.

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1.3 El Juramento Solar

Horas después, bajo la cúpula central del Refugio, los cuatro niños fueron llevados ante una fuente de luz líquida.
Zaira, con precisión científica, calibró los anillos que rodeaban el altar mientras Wilzik se adelantaba con su lanza dorada.

El Rey Arkhen alzó su voz grave.

“Que el fuego del Sol no los ciegue, sino que los guíe.
Que sus sombras no los dominen, sino que los sigan.
Que cuando la oscuridad avance, ustedes sean la última llama.”

El silencio que siguió fue casi reverencial.
Ikaru, sin comprender del todo, murmuró para sí:
—La última llama… suena bien.
Sky lo miró de reojo.
—No es un lema, es un juramento.
—Depende de quién lo diga —replicó Ikaru con una sonrisa de rebeldía—. Si no, el mundo se volvería demasiado serio.

Cuando el juramento concluyó, la fuente de luz se agitó.
Una chispa dorada rozó a cada uno.
Budry sintió calor.
Sky, una corriente de energía.
Cannorth, un estremecimiento.
Pero Ikaru sintió algo diferente: silencio absoluto.
Por un segundo, todo quedó suspendido. Ni respiraciones, ni ecos. Solo quietud.

—¿Sintieron eso? —preguntó, confundido.
Budry alzó los hombros.
—¿El calor? Sí.
—No. El silencio… como si el tiempo se hubiera detenido.

Tahiana lo observaba con fascinación. Su respiración se ralentizó mientras lo veía levantar la mirada y explorar aquel instante único.

Zaira lo observó también, muy atenta.
—Ese niño… tiene algo que no comprendo todavía.

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1.4 Bajo el mismo sol

Esa noche, desde la torre más alta del Refugio, los cuatro observaban el horizonte.
Budry estaba acostado sobre el piso, comiendo pan endurecido.
—Si esto es ser elegido, no está tan mal.
Sky cruzó los brazos.
—No sabes lo que viene.
—Nadie lo sabe —replicó Ikaru—. Pero si el sol eligió caer, tal vez fue para que nosotros aprendiéramos a levantarlo.

Cannorth miró el reflejo del sol artificial sobre la muralla.
—Tienes una manera rara de ver las cosas, Ikaru.
—Alguien tiene que hacerlo —dijo, sonriendo con un aire de rebeldía—. Si no, el mundo se volvería demasiado serio.

A lo lejos, se escucharon los pasos del Guardián Wilzik llamándolos al descanso.
Tahiana se giró hacia Ikaru, sus ojos brillando con interés genuino y un dejo de admiración.

El Refugio de los Tres Soles había aceptado a cuatro nuevos niños.
Y con ellos, sin saberlo, había dado inicio a una nueva era.

Capítulo 3 – Juegos de Acero y Polvo

“El que no se ensucia las manos, nunca entenderá el valor del sudor.”
— Antiguo proverbio de la Guardia Solar

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1. Amanecer de Hierro

El sol artificial del Refugio apenas comenzaba a elevar su tono dorado cuando un estruendo metálico despertó a todos en el dormitorio de los aprendices.
Un golpe seco. Luego otro.
Y finalmente, una voz que parecía tallada en hierro:

—¡Arriba, ratones solares! ¡El amanecer no espera a los perezosos!

El Guardián Wilzik irrumpió pateando la puerta con una lanza en la mano. Su casco brillaba, reflejando la luz como si el propio sol se burlara del sueño de los jóvenes.

Budry saltó del catre con los ojos semicerrados.
—¿Ratones solares?... yo pedí ser un cuervo nocturno.
Wilzik lo señaló con la lanza.
—¡Hablar en la formación y el doble de flexiones!
—Entonces… ¿hablar mucho cuenta como entrenamiento extra? —replicó Budry medio dormido.

Sky lo golpeó en la nuca.
—Cállate antes de que nos haga correr alrededor del Refugio.
—Buena idea —interrumpió Wilzik con una sonrisa siniestra—. Diez vueltas a la torre central.
Budry la miró, atónito.
—Yo solo quería dormir...

Desde un balcón lateral, Tahiana los observaba. Su atención no estaba en los ejercicios ni en las órdenes de Wilzik: todos sus ojos seguían a Ikaru.
—Mira cómo se mueve… —susurró para sí misma—. Aún sin saber lo que puede hacer, ya parece distinto.

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1.2 El entrenamiento

El campo de entrenamiento del Refugio era una vasta extensión de arena y metal, con estatuas de héroes solares que parecían juzgar cada movimiento. Entre ellas, una resaltaba: la de Chums, el hermano mayor de Budry, desaparecido de manera mística años atrás. Su postura era heroica, la lanza levantada, la mirada fija en el horizonte como si todavía estuviera protegiendo a quienes amaba.

Budry se detuvo frente a la estatua, inmóvil.
—Chums… —murmuró, apenas audible.

Fragmentos de recuerdos surgieron en su mente: risas compartidas, peleas tontas, consejos que solo un hermano mayor podía dar. Sintió un nudo en el pecho y un calor extraño en el corazón. La presencia de su hermano parecía más real que la arena bajo sus pies.

Ikaru, notando que Budry se había quedado atrás, se acercó.
—¿Todo bien?
Budry negó con la cabeza, con una sonrisa triste.
—Solo recordando a alguien… que debería estar aquí.

Tahiana lo miró en silencio, observando cómo los recuerdos lo afectaban. Pero su atención volvió a Ikaru, fascinada por su reacción ante el entrenamiento.

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1.3 Un reto inesperado

Cuando el entrenamiento parecía llegar a su fin, Wilzik soltó una carcajada grave.
—Ya veo. Tienen agallas… y poca coordinación. Perfecto.

Se giró hacia los soldados mayores.
—Formen el círculo.

Los jóvenes quedaron rodeados por los Guardianes.
Zaira alzó la vista de inmediato.
—¿Vas a ponerlos contra soldados reales?
—Claro que sí —respondió Wilzik—. La luz no espera a que uno esté listo.

Budry tragó saliva.
—Yo aún no firmé ningún seguro de vida.
Wilzik lo miró con satisfacción.
—Tampoco lo harás.

La arena comenzó a moverse bajo sus pies.

Ikaru, al levantar su lanza, sintió algo extraño: por un instante, todo alrededor parecía ralentizarse.
El aire, los golpes, los sonidos: todo se detuvo.
Solo él se movía, como si el mundo fuera de agua densa.

—¿Qué… fue eso? —preguntó, confundido.

Un soldado lo derribó segundos después, y el tiempo volvió a su curso normal.

Tahiana contuvo la respiración, impresionada.
—¿Lo viste?… hizo algo… increíble.
Su atención se volvió aún más intensa hacia Ikaru, con un brillo de admiración en los ojos.

Zaira, desde arriba, frunció el ceño.
—Ese niño tiene algo que no comprendo todavía.

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1.4 El juicio de Arkhen

Horas después, los cuatro fueron convocados ante el trono solar.
Arkhen los observó en silencio, mientras Zaira revisaba los datos de los niños.

—Señor —dijo ella—, Ikaru manifestó una alteración temporal espontánea durante la práctica.
Arkhen cruzó las manos.
—¿Alteración temporal?
—Un desfase de percepción… donde el mundo se ralentizó para él.

Budry levantó la mano.
—¿Eso significa que también puedo hacerlo yo?
Zaira suspiró, sin apartar los ojos de Budry.
—No. Y no lo intentes.

Ikaru bajó la mirada.
—No lo hice a propósito…

Arkhen se inclinó hacia él.
—Nada ocurre por accidente bajo el Sol.

Tahiana tragó saliva, observando al joven.
—Debe… debe ser… único —susurró para sí.

El rey finalmente se puso de pie.
—A partir de mañana, entrenarán juntos. Serán una unidad.
Wilzik los observó con orgullo y fastidio a la vez.
—Dioses solares… esto va a ser divertido.

Zaira bajó la mirada hacia Budry.
—Cuidaré de ti, pequeño.
Budry le dedicó una sonrisa confiada, ignorando el peso de esas palabras.

Tahiana, desde su balcón, miró a Ikaru una vez más, con el corazón latiendo más rápido de lo esperado.

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1.5 Bajo el polvo y el acero

Esa noche, los cuatro se reunieron en la terraza del Refugio.
Budry se dejó caer sobre el piso, comiendo pan duro.
—Si esto fue el primer día… ¿qué será el segundo?
Sky cruzó los brazos.
—Supervivencia.
—Perfecto —dijo Budry—, soy experto en sobrevivir a castigos.

Cannorth miraba a Ikaru, pensativo.
—Lo que hiciste hoy… eso no fue normal.
Ikaru lo interrumpió.
—Nada de nosotros lo es.

Tahiana observaba a Ikaru con una mezcla de fascinación y admiración silenciosa.
—Es imposible no notarlo… —murmuró—.

Budry volvió a mirar la estatua de Chums por un instante más, sintiendo el peso de la ausencia de su hermano, mientras la luz de la cúpula iluminaba sus rasgos heroicos.

El polvo del campo aún flotaba en el aire.
Pero algo había cambiado.
El tiempo, la energía y los corazones… habían comenzado a moverse.

Capítulo 4 – Sombras bajo la Luz

“No basta con ver la luz, hay que enfrentar lo que se oculta en su sombra.”
— Proverbio del Refugio del Sol

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1. La mañana más oscura

El sol artificial aún no alcanzaba su punto máximo cuando los niños se reunieron en el patio central del Refugio.
Wilzik, con su lanza en alto, caminaba entre ellos con una mirada de juez y verdugo combinados.

—Hoy —dijo con voz grave— no entrenaremos como aprendices. Entrenaremos como soldados.

Budry tragó saliva.
—¿Soldados? ¿No dijimos “aprendices”?
—Aprendices que no mueren si hacen algo mal —replicó Wilzik—. Pero si no aprenden… morirán.

Ikaru lo observaba en silencio, analizando los movimientos de los otros. Algo dentro de él lo impulsaba a moverse con más precisión, aunque no entendía por qué. La sensación era… diferente.

Tahiana lo observaba desde un balcón lateral, su corazón acelerado por la atención y preocupación simultáneamente.
—Él… siempre parece estar un paso adelante, incluso cuando ni siquiera sabe lo que está haciendo —susurró.

 

1.2 El primer enfrentamiento simulado

Wilzik ordenó formar un círculo.
—Hoy habrá un enemigo simulado. Quien lo derrote será observado por el Consejo.

Los niños se prepararon, respirando con fuerza.
De repente, un extraño resplandor emergió entre las estatuas. Una figura oscura apareció: un demonio de sombra alargada, ojos como brasas, y un aura que parecía absorber la luz.

Budry dio un paso atrás.
—¡Eso no estaba en el plan!

Ikaru sintió algo extraño: el mundo alrededor del demonio parecía moverse más lento, como si él fuera el único capaz de percibir el flujo real del tiempo.
—¿Qué… qué me pasa? —murmuró, moviendo la lanza con torpeza y cautela.

Tahiana contuvo la respiración.
—Es… es como si viera el tiempo antes de que suceda…

El demonio avanzó. Cada movimiento parecía imposible, pero Ikaru logró esquivarlo por instinto, aunque sin control total. Un aura de energía dorada y fugaz emanó de él en cada salto y giro.

—¡No retrocedan! —gritó Wilzik—. Usen lo que tienen, aunque no sepan cómo controlarlo.

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1.3 El eco de un recuerdo

Budry, mientras esquivaba un ataque del demonio, vio el reflejo de la estatua de Chums. Su mente se llenó de recuerdos:
risas compartidas, la mano de su hermano guiándolo, la voz diciéndole que no tuviera miedo.
Un calor extraño recorrió su pecho, mezclado con tristeza y determinación.
—Chums… no voy a fallarte —murmuró.

Tahiana, observando a Ikaru, sintió un impulso de correr a ayudarlo, pero se quedó paralizada por la fascinación que le provocaba su energía extraña y su instinto natural de anticipar los movimientos del demonio.

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1.4 El presagio del tiempo

En un instante, Ikaru fue golpeado levemente, y la arena a su alrededor pareció congelarse por un segundo. No fue accidente: en su mente apareció un hombre misterioso con capa, rodeado de relojes flotantes y manecillas girando en todas direcciones. La visión fue fugaz, pero suficiente para dejarle un escalofrío.

—¿Quién eres…? —susurró Ikaru en medio del combate, como si esperara que alguien respondiera.

Nadie contestó. Solo quedó la sensación de que ese hombre dominaba el tiempo como él apenas empezaba a entender.

 

1.5 La victoria parcial

Finalmente, Ikaru logró esquivar un ataque crítico y hacer retroceder al demonio hacia la luz de las estatuas. El enemigo desapareció en una explosión de sombras.

—¡No es suficiente! —gritó Wilzik, aunque en su voz se percibía algo de orgullo—. Pero… es un comienzo.

Budry corrió hacia Ikaru.
—Eso… fue increíble. ¿Cómo hiciste eso?
Ikaru bajó la mirada, confundido y agotado.
—No sé… siento como si pudiera… ver antes de que suceda. Pero no lo controlo.

Tahiana, desde la distancia, dejó escapar un suspiro.
—Él… siempre será diferente —murmuró—. Y… no puedo dejar de mirarlo.

Zaira, desde su torre, observó a Budry con el ceño fruncido.
—Ese niño también tiene algo que aún no entiendo… y eso podría ser peligroso.

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1.6 El final del día

Cuando la noche cayó sobre el Refugio, los niños estaban exhaustos.
Budry se sentó frente a la estatua de Chums, recordando el calor de su hermano y las palabras de aliento que nunca olvidaría.
Ikaru, aún con la mente agitada por la visión del hombre misterioso, se recostó en la arena.
Tahiana se acercó discretamente, pero se detuvo unos pasos atrás, respetando la distancia y admirando en silencio.

La luz del Refugio los había puesto a prueba.
La sombra del pasado y el presagio del futuro ya comenzaban a marcar sus caminos.
Y sobre ellos, un tiempo que aún no entendían empezaba a susurrar secretos.

Capítulo 5 – La Primera Prueba de Sombras

“El tiempo no perdona, y la sombra del pasado siempre encuentra la forma de alcanzarte.”
— Inscripción en la cripta del Refugio del Sol

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1. El presagio de la oscuridad

Era apenas el amanecer cuando una alarma retumbó en el Refugio. Las luces doradas parpadearon y los Guardianes corrieron hacia la torre central.

—¡Una presencia extraña en el perímetro norte! —gritó Wilzik.
Arkhen, junto a Zaira, observaba desde el trono con gravedad.
—Prepárense. Esto no será un simulacro.

Budry, Sky, Cannorth e Ikaru se alinearon en la arena central del campo de entrenamiento. El aire estaba cargado, pesado, y un extraño frío recorrió la columna vertebral de los niños.

Tahiana, desde la torre, no apartaba los ojos de Ikaru.
—Ten cuidado… —murmuró para sí misma, con el corazón acelerado.

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1.2 El enemigo

Un demonio surgió del bosque cercano, más grande y siniestro que el anterior. Sus ojos ardían como brasas líquidas, y su cuerpo parecía absorber la luz, distorsionando el espacio a su alrededor. Cada movimiento provocaba un eco, como si el aire mismo temiera su presencia.

Budry apretó los puños.
—Esto ya no es un entrenamiento…

Ikaru lo observó, y algo extraño sucedió: el tiempo a su alrededor se ralentizó por un instante. Los movimientos del demonio parecían anticipables, pero incontrolables, como un reflejo de algo que aún no comprendía.

Tahiana contuvo la respiración, fascinada.
—Él… él lo siente. No como los demás…

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1.3 El caos del combate

El demonio atacó primero. Budry y Sky intentaron responder, pero sus movimientos parecían demasiado lentos. Solo Ikaru pudo anticipar los golpes, esquivando y desviando la energía oscura con saltos precisos. Cada vez que lo hacía, un destello dorado lo rodeaba, como si el tiempo mismo se doblara a su alrededor.

—¡No entiendo cómo lo haces! —gritó Budry mientras esquivaba un ataque que casi lo derriba.

Ikaru, jadeando, murmuró:
—No lo controlo… solo siento… los movimientos antes de que pasen.

En medio del caos, su visión se fragmentó: apareció el hombre misterioso con capa, rodeado de relojes flotantes y manecillas girando en todas direcciones. Su mirada era impenetrable, su poder absoluto. Ikaru no lo reconoció, pero la sensación de familiaridad lo estremeció.

—¿Quién eres…? —susurró entre dientes.

El hombre desapareció tan rápido como apareció, dejando un eco en la mente de Ikaru.

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1.4 Budry y la estatua

Mientras el demonio atacaba, Budry vio el reflejo de la estatua de Chums iluminada por el resplandor del combate. Los recuerdos de su hermano regresaron con fuerza: risas, consejos, y promesas de proteger a quienes amaba.

—Chums… no dejaré que te olviden —murmuró, con el corazón encendido de determinación.

Ese impulso lo hizo moverse con más rapidez, esquivando ataques que antes lo habrían golpeado. La conexión entre el recuerdo y la necesidad de protegerlo todo parecía darle fuerza.

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1.5 La primera victoria parcial de Ikaru

Ikaru, concentrando su energía, logró proyectar un movimiento que ralentizó al demonio justo lo suficiente para empujarlo hacia el borde de la arena. La criatura rugió, desapareciendo en una explosión de sombras y humo negro.

—¡Eso es todo por hoy! —gritó Wilzik, con una mezcla de orgullo y preocupación—. Pero no se confíen… esto solo fue un aviso.

Tahiana corrió hacia Ikaru, con los ojos brillando.
—¡Nunca había visto algo así! ¡Eres… increíble!
Ikaru la miró, sorprendido por la intensidad de su atención.
—No… no sé cómo lo hice.

Zaira frunció el ceño desde arriba, con los brazos cruzados.
—Ese niño aún no entiende el peligro de lo que lleva dentro.

Budry, al ver a Ikaru exhausto pero erguido, sintió una mezcla de respeto y preocupación.
—Debemos aprender rápido… o no sobreviviremos a lo que viene.

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1.6 La advertencia del Consejo

Arkhen bajó la mirada hacia los niños.
—Hoy han enfrentado una sombra que no pertenece a este mundo. No todos sobrevivirán a la próxima prueba.

Wilzik apuntó a Ikaru.
—Ni tú, ni ellos… ni yo mismo. Pero si alguien puede… eres tú, muchacho.

Tahiana miró a Ikaru, sus ojos llenos de admiración y preocupación.
—Ten cuidado… no solo por ti.

Ikaru respiró hondo, sintiendo la presión de un poder que aún no dominaba.
—Lo sé… y lo haré.

La primera sombra había caído.
Pero la verdadera prueba apenas comenzaba.
Y el hombre misterioso, el dueño del tiempo perfecto, aún esperaba en algún lugar, invisible, observando.

Capítulo 6 – Maestría Inestable

“El tiempo no se enseña; se siente, se dobla, se teme.”
— Refrán de los Guardianes del Sol

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1. El amanecer de la tensión

La arena del Refugio estaba cubierta de polvo dorado por los primeros rayos del sol artificial. Ikaru estaba solo frente a un grupo de Guardianes, con Wilzik observando desde la sombra de la torre.

—Hoy no habrá descansos —dijo Wilzik, con la voz retumbando como un gong—. Hoy aprenderás a sentir el tiempo.

Ikaru apretó la lanza. Su respiración era pesada, pero sus ojos brillaban con una chispa nueva, mezcla de miedo y determinación.

Tahiana lo observaba desde la torre, apoyada contra la barandilla. Su corazón latía acelerado.
—Siempre tan concentrado… —susurró, con un hilo de preocupación y fascinación—. ¿Cómo puede ser tan… perfecto incluso cuando no lo es?

 

1.2 El primer contacto con el tiempo

Wilzik levantó su lanza, señalando el inicio del ejercicio.

—Avanza, y esquiva —ordenó—. Pero esta vez, el enemigo será tu propio tiempo.

Ikaru dio un paso. Al mover la lanza, la arena pareció ralentizarse, luego acelerarse sin motivo. Cada movimiento suyo parecía duplicarse: un reflejo dorado y fugaz lo acompañaba, golpeando el aire donde él no estaba.

—¿Qué… qué está pasando? —murmuró, fascinado y alarmado.

Tahiana contuvo la respiración, viendo cómo el chico que apenas unos días parecía torpe, ahora se movía con una precisión inhumana, anticipando sus propios reflejos.

—Es… como si pudiera luchar contra sí mismo —susurró.

 

1.3 El entrenamiento del Consejo Solar

Horas después, Ikaru fue llevado al Salón del Consejo. Arkhen, Zaira y Tahiana lo esperaban.

—Lo que viste en el campo —dijo Arkhen— es apenas un fragmento. El tiempo no se aprende, se siente.
Zaira cruzó los brazos.
—Y si no lo controlas… podría consumirlo.
Ikaru asintió, comprendiendo que el peligro no estaba solo afuera, sino dentro de él mismo.

Tahiana se acercó un poco más, con una mezcla de respeto y ansiedad.
—Sé que lo lograrás… —dijo, bajando la mirada ligeramente—. Y yo estaré viendo… aunque no quieras que lo haga.

Ikaru la miró de reojo, sin saber cómo responder, pero algo en su pecho se encendió.

 

1.4 El enemigo de sombras

Mientras entrenaba, el cielo se tornó oscuro repentinamente. Un temblor recorrió la arena y el aire se volvió pesado. De las sombras emergió un demonio mayor, con alas de sombra y ojos que parecían girar como relojes rotos.

Wilzik rugió:
—¡Esto no es un simulacro! ¡Defiéndanse!

Ikaru se lanzó al combate. Al mover la lanza, el aire a su alrededor parecía ralentizarse, luego acelerarse; cada golpe que intentaba bloquear se duplicaba y se distorsionaba, desafiando la lógica del movimiento.

—No… no puedo controlarlo del todo —gritó, jadeando—.

Tahiana se cubrió la boca, aterrada y fascinada.
—Él… él lo está usando, aunque no lo domine…

En medio del caos, nuevamente apareció el hombre misterioso con capa, esta vez más cercano, proyectando una sensación de poder absoluto. Sus manecillas giraban, controlando el tiempo a su antojo. La visión fue fugaz, pero dejó a Ikaru con un escalofrío.

—¿Quién eres? —susurró, sintiendo que su futuro y su destino estaban ligados a esa figura.

 

1.5 El primer éxito parcial

A pesar de la inestabilidad, Ikaru logró golpear al demonio en un punto débil: un destello de luz emergió de su lanza, fusionando su reflejo temporal con su instinto de anticipación. La criatura fue repelida, pero no destruida.

—¡Eso fue impresionante! —gritó Wilzik, aunque con un deje de advertencia—. Pero no es suficiente para sobrevivir a lo que viene.

Budry corrió hacia Ikaru, respirando con fuerza.
—¡¿Cómo hiciste eso?!
Ikaru bajó la mirada, respirando agitadamente.
—No lo sé… siento el tiempo… pero aún no lo domino.

Tahiana, acercándose un poco más, susurró:
—Algún día… veré cómo te vuelves invencible.

Ikaru la miró, sorprendido, sin palabras. Su mundo se había vuelto más grande, más peligroso y, extrañamente, más cercano a ella.

 

1.6 El cierre del día

Arkhen observaba en silencio.
—Hoy has aprendido algo importante: el tiempo puede ser tu aliado… o tu peor enemigo.
Zaira agregó:
—Y si no lo controlas… terminará controlándote a ti.

Ikaru respiró hondo, consciente de que el camino que tenía por delante era más peligroso de lo que jamás había imaginado.

La sombra de los enemigos se hacía más intensa.
Las habilidades de Ikaru crecían, pero también lo hacían los riesgos.
Y en algún lugar, el hombre del tiempo perfecto seguía observando, preparando lo que estaba por venir.

Capítulo 7 – La Sombra del Guardián

“El tiempo no perdona a los indecisos, y la sombra de quien viene detrás puede ser más mortal que cualquier enemigo.”
— Antigua inscripción en la Fortaleza Solar

​

1. El ataque en la noche

Era casi medianoche en el Refugio del Sol. La luz artificial de las torres apenas iluminaba la arena de entrenamiento. Un rugido profundo rompió el silencio: un demonio gigantesco emergió del bosque. Sus alas eran oscuras como la nada y sus ojos ardían como relojes rotos que contaban los últimos segundos de la vida de cualquiera.

—¡Todos a posiciones defensivas! —gritó Wilzik, mientras Budry y Sky se colocaban junto a Ikaru.

Tahiana observaba desde la torre, el corazón latiendo con fuerza.
—Ikaru… no hagas locuras —susurró, aunque en el fondo deseaba verlo brillar.

El demonio lanzó un ataque inmediato: un torbellino de sombras que envolvía todo a su paso. La arena y el aire parecían ralentizarse solo para Ikaru, quien instintivamente esquivó cada golpe con movimientos que desafiaban la lógica. Cada vez que lo hacía, un destello dorado surgía de su cuerpo, como un eco temporal de sus propios movimientos.

​

1.2 El tiempo como arma

Ikaru levantó la lanza y de nuevo sintió esa extraña percepción: podía ver ligeramente los segundos antes de que sucedieran, aunque solo fragmentos, fragmentos que no lograba controlar completamente.

—No… no puedo mantenerlo mucho tiempo —jadeó, esquivando un golpe que parecía atravesar su pecho.

El demonio rugió y arremetió de nuevo. Esta vez, Ikaru trató de proyectar un movimiento hacia adelante, pero su reflejo temporal se fragmentó: vio múltiples versiones de sí mismo atacando al enemigo, pero ninguna perfecta. Cada golpe fallaba parcialmente, y el demonio se recuperaba.

Tahiana contuvo la respiración, fascinada y aterrada a la vez.
—Él… él puede ver el tiempo… ¡pero aún no lo domina!

​

1.3 La visión del hombre misterioso

En medio del caos, la percepción de Ikaru se fracturó completamente. Frente a él apareció el hombre misterioso con capa, más claro que nunca, rodeado de manecillas flotantes que giraban a su antojo. Cada movimiento suyo parecía detener y acelerar el tiempo simultáneamente.

—¿Quién… eres? —murmuró Ikaru, con el corazón latiendo a mil por hora.

El hombre no respondió, pero su mirada transmitió una advertencia: el tiempo puede ser un aliado… o un verdugo. La visión duró solo unos segundos, pero fue suficiente para que Ikaru comprendiera la magnitud de lo que estaba aprendiendo.

—Tengo que controlar esto… antes de que me destruya —susurró, apretando la lanza con fuerza.

​

1.4 El poder del reflejo

Budry y Sky luchaban al lado de Ikaru, pero fue él quien creó el primer ataque coordinado: al proyectar su reflejo temporal, logró esquivar y atacar simultáneamente, creando un efecto de distorsión que confundió al demonio. Cada movimiento generaba una onda de energía dorada que parecía ralentizar el tiempo alrededor de la criatura.

El demonio rugió, intentando romper la distorsión, pero Ikaru logró impulsarlo hacia atrás con un movimiento final. La criatura desapareció en un estallido de sombras y humo negro.

—¡Eso fue… increíble! —gritó Budry, con los ojos brillando de admiración—.
Ikaru respiró agitado, con el sudor cubriendo su frente.
—Aún no lo controlo… solo… reacciono.

Tahiana corrió hacia él, sin poder contenerse.
—¡Eres increíble! —exclamó—. No solo eres fuerte… eres… diferente a todo lo que he visto.

Ikaru la miró, sorprendido por la intensidad de sus palabras y su cercanía.
—No… todavía no entiendo lo que hago —dijo, mientras su reflejo temporal aún parpadeaba débilmente a su alrededor.

 

1.5 La advertencia final

Wilzik bajó la lanza y observó con gravedad.
—Hoy sobrevivieron, pero el próximo enemigo no será visible hasta que sea demasiado tarde.
Zaira cruzó los brazos, frunciendo el ceño.
—Ikaru… controlar eso que llevas dentro no es opcional. Si fallas, no solo tú… —miró a todos— todos caerán.

Arkhen intervino con voz solemne:
—El Refugio necesita guardianes… no héroes imprudentes. Aprendan a sentir el tiempo, no solo a reaccionar ante él.

Ikaru respiró hondo, mirando la arena oscura, su lanza aún brillando con destellos dorados. La presencia del hombre misterioso seguía resonando en su mente.

La primera gran sombra había sido enfrentada.
Pero Ikaru sabía que no había ganado, solo había sobrevivido.
Y en algún lugar, el dueño absoluto del tiempo lo estaba observando, esperando el momento de enseñar —o desafiar— al joven Guardián.

Capítulo 8 – Despertar de Poderes

“El verdadero poder no es el que se ve, sino el que despierta cuando nadie mira.”
— Proverbio del Refugio del Sol

​

1. El campo del Refugio

El sol artificial del Refugio estaba alto, iluminando la arena central donde los Guardianes entrenaban. El grupo de niños, ahora con 13 años, había crecido en fuerza, destreza y confianza, pero las pruebas se volvían cada vez más difíciles.

Ikaru estaba frente a la arena, la lanza en mano. Sus movimientos eran precisos, casi perfectos: podía doblar fragmentos del tiempo, ralentizando o adelantando segundos a voluntad, aunque no de manera completa. Cada ataque suyo proyectaba un eco dorado, dejando rastros de su presencia en los segundos que todavía no habían ocurrido.

Tahiana lo observaba desde la torre central, con el corazón latiendo acelerado.
—Él… ya no es solo un niño —murmuró, el rostro iluminado por la fascinación—. Y… cada vez me atrae más.

​

1.2 Budry y la bestia

Budry estaba al lado de Ikaru, entrenando con Wilzik, cuando un destello de furia lo atravesó. Su cuerpo tembló y su mirada cambió, adoptando un brillo salvaje.

—Budry… ¿estás bien? —preguntó Sky, acercándose con cautela.

—Sí… pero siento algo… dentro de mí —dijo Budry, respirando agitadamente—. Como si hubiera una bestia… esperando para salir.

Wilzik observó con gravedad:
—Eso es… el poder que llevas dentro. No lo ignores. Aprende a controlarlo, o te controlará a ti.

Budry cerró los puños, intentando canalizar la energía salvaje que bullía en su interior. El suelo tembló levemente bajo sus pies.

 

1.3 Cannorth y los elementos

Cannorth se adelantó, con una sonrisa confiada.
—Si vamos a entrenar juntos, yo también quiero mostrarles algo —dijo, levantando las manos.

Un estallido de fuego surgió de sus palmas, seguido de ráfagas de aire y un chorro de agua que se curvaba con precisión alrededor de los obstáculos del campo. Cada elemento parecía responder a su voluntad, y la combinación resultaba en un espectáculo de control absoluto sobre la naturaleza.

—¡Increíble! —exclamó Budry, impresionado.

Ikaru lo observó con curiosidad:
—Cada uno de nosotros… está despertando algo diferente.

​

1.4 Sky, el líder y boxeador

Sky, con su postura de boxeo perfecta, tomó el centro de la arena. Sus reflejos eran sobresalientes: esquivaba ataques con precisión, anticipando cada movimiento y organizando a sus compañeros como un verdadero líder.

—¡Budry, controla esa bestia! —ordenó—. Ikaru, mantenlo a distancia si es necesario. Cannorth, apoya con los elementos.

Cada palabra de Sky era un comando, y el equipo reaccionaba como un engranaje perfecto. Sus golpes de boxeo parecían moverse con el flujo del tiempo, complementando parcialmente la habilidad de Ikaru.

​

1.5 El primer dominio parcial de Ikaru

Ikaru respiró hondo y concentró su energía. Esta vez, no solo veía el tiempo, sino que pudo alterarlo parcialmente: ralentizó el flujo de segundos alrededor del enemigo simulado, anticipando cada ataque y moviéndose con una precisión casi absoluta. Su reflejo dorado se volvió más intenso y duradero.

Tahiana gritó desde la torre:
—¡Eso es! ¡Eso es lo que siempre supe que podía hacer!

Ikaru bajó la mirada, todavía jadeante:
—No lo controlo del todo… pero… cada vez me acerco más.

​

1.6 El hombre misterioso

Mientras entrenaban, Ikaru percibió nuevamente al hombre misterioso. Esta vez, su silueta era más clara: de pie sobre una colina distante, rodeado de relojes flotantes, con la capa ondeando al viento. Pero como siempre, su rostro permanecía oculto en sombras.

Solo una sensación quedó: que ese hombre sabía más de Ikaru y de lo que podía llegar a ser, y que sus pasos estaban destinados a cruzarse.

—¿Quién eres… y por qué siempre apareces? —susurró Ikaru, con una mezcla de temor y curiosidad.

La figura desapareció, dejando un eco en su mente: un recordatorio de que el tiempo aún no estaba completamente bajo su control.

 

1.7 Cierre del día

Cuando el entrenamiento terminó, los niños se reunieron frente a la estatua de Chums. Budry tocó la piedra, sintiendo la fuerza de la bestia dentro de él, mientras Ikaru miraba al horizonte, su reflejo temporal aún titilando.

Tahiana bajó de la torre, acercándose lentamente a Ikaru:
—Cada vez que te veo… siento que ya no puedo ocultar lo que siento.

Ikaru desvió la mirada, sin saber cómo responder, pero un leve calor recorrió su pecho.

Arkhen, observando desde la distancia, murmuró:
—Están creciendo… y no todos sobrevivirán a lo que viene.

Wilzik agregó con gravedad:
—Dominarán sus poderes… o morirán intentándolo.

La arena del Refugio había sido testigo de nuevos despertares.
Cada niño descubría su verdadero poder, pero la amenaza de la oscuridad y del hombre del tiempo perfecto seguía latente.
A los 13 años, el destino de Ikaru y sus compañeros comenzaba a definirse.

Capítulo 9 – La Empuñadura de Piedra

“La verdadera prueba no llega con la instrucción… sino con la primera batalla donde la muerte observa cada movimiento.”
— Arkhen, Rey del Refugio del Sol.

​

​1. Camino hacia lo desconocido

A los quince años, el grupo que alguna vez fue un puñado de niños curiosos se había convertido en la élite juvenil del Refugio del Sol.
Su entrenamiento con Wilzik había terminado. Ahora, por órdenes directas del rey Arkhen, debían saltar al mundo real: el campo de batalla.

Los ataques demoníacos habían sido cada vez más constantes. La estabilidad del Refugio pendía de un hilo.
Y Arkhen, con la mirada cansada pero firme, había dicho una frase que Ikaru jamás olvidaría:

—El tiempo no espera a nadie. Ni siquiera a ustedes. Es hora.

La exportación fuera de los muros de la guardia era silenciosa. Ikaru caminaba adelante, con esa aura de tiempo mal dominado que distorsionaba el aire en pequeños destellos. Cannorth mantenía el fuego en sus manos para iluminar el camino. Sky, con la postura firme de un luchador profesional, escaneaba los alrededores. Budry marchaba en silencio… desde hacía semanas se veía más tenso, más inquieto. Algo dentro de él —la bestia— vibraba.

El sendero ascendía hacia las montañas. Entre grietas de piedra, el suelo empezó a iluminarse con un tenue brillo azulado.

Sky frunció el ceño.

—Esto no parece tierra normal.
—No lo es —añadió Cannorth, sintiendo el aire moverse—. Hay algo aquí… respirando.

​

1.2 La cueva brillante

La montaña parecía dividirse sola, como abriéndose para el grupo. Un pasillo natural repleto de cristales azules brillaba con vida propia. Era como caminar dentro de un corazón gigante hecho de luz.

—Nunca había visto esto en los mapas —susurró Ikaru, rozando un cristal que vibró a su tacto.
—Porque no quiere que lo veas —dijo Budry con voz extrañamente profunda.

Sky lo miró de reojo.

—¿Lo dices tú o lo dice la cosa que llevas dentro?
—Ambos.

En el fondo de la cueva, un resplandor verde pulsaba lentamente.
Allí, sobre una vitrina monolítica tallada en roca pura, descansaba una empuñadura sin hoja. Parecía hecha de un mineral vivo, como si respirara.

Budry se acercó. Algo dentro de él temblaba, como si una voz olvidada lo llamara por su nombre.

—No la toques aún —advirtió Ikaru.
—Demasiado tarde.

Budry posó su mano sobre la empuñadura.

​

1.3 Los tres cuernos

El resplandor verde explotó en un fogonazo. Cannorth cayó hacia atrás, Sky cubrió su rostro, e Ikaru sintió el tiempo fragmentarse como vidrio.
Cuando la luz se disipó, todos quedaron inmóviles.

Budry no.

Su cuerpo estaba inclinado hacia adelante, respirando pesadamente, y su espalda temblaba.
Luego… un cuerno surgió de su cabeza.
Después otro.
Y un tercero, más largo, más afilado, más primitivo.

El brillo verde iluminaba sus ojos, que ahora parecían un fuego ancestral.

Sky balbuceó:

—Hermano… eso no es normal.
—Ikaru… ¿qué estoy… sintiendo? —gruñó Budry, como si estuviera hablando con una voz ajena a la suya.

Ikaru intentó acercarse, pero el tiempo a su alrededor empezó a temblar. Su habilidad inestable reaccionaba al poder de Budry.

—No… te muevas —dijo Ikaru—. Él… no quiere que lo toques.

En la empuñadura había símbolos grabados.
No eran runas… no eran letras… era WINDINGS, un idioma muerto que solo una conciencia olvidada podía entender.

Budry murmuró palabras imposibles, como si recordara un lenguaje que nunca había aprendido.

—“Aeth-Varun… Orkshe-Trael…”
Cannorth tragó saliva.
—Ikaru… ¿qué significa eso?

Ikaru negó, pero Budry respondió:

—Significa… “Despierta”.

​

1.4 El Golem de la Montaña

El temblor llegó de inmediato. La cueva rugió como un monstruo dormido despertando. Los cristales se apagaron.
La pared detrás de la vitrina se abrió como si respirara… y un GOLEM DE PIEDRA emergió con un rugido sordo.

Era gigantesco, su cuerpo compuesto de rocas antiguas con grietas que brillaban en rojo. Su sombra cubrió al grupo entero.

Sky saltó hacia adelante:

—¡Formación! ¡Ahora!

Cannorth desató un torbellino de fuego y aire. Ikaru ralentizó el tiempo, pero la energía inestable lo lanzó hacia atrás. Budry, con los tres cuernos brillando verde, se abalanzó con fuerza inhumana.

El golem atacó.
Golpes devastadores.
Rocas cayendo.
La montaña temblando.

Budry gritaba, la bestia dentro de él rugiendo por primera vez sin cadenas.

—¡VEN A MÍ!

Lo golpeó con fuerza brutal, rompiendo parte de su brazo rocoso.
Cannorth lanzó un rayo de fuego. Sky esquivaba, golpeaba, desviaba con movimientos perfectos.
Ikaru encontraba segundos débiles en los movimientos del golem, avisando:

—¡Ahora, golpea su punto izquierdo! ¡Ese segundo es vulnerable!

Pero el golem aprendía. Se adaptaba.
Y en un giro violento, una roca afilada salió despedida…

Directa al rostro de Budry.

—¡BUDRY, NO! —gritó Ikaru.

Budry giró parcialmente, pero no lo suficiente.
La roca impactó.

Un corte profundo, diagonal, abrió su ojo izquierdo.
La sangre verde y roja —de humano y bestia mezclados— corrió por su mejilla.

Budry cayó de rodillas.

Sky rugió de furia. Cannorth liberó una tormenta de elementos. Ikaru congeló diez segundos de tiempo incompleto, lo suficiente para que todos atacaran al unísono.

El golem se quebró en mil pedazos.

​

1.5 La caída del guerrero

Budry estaba respirando rápido, los cuernos aún brillando.
Ikaru lo levantó con cuidado.

—Tu ojo…
—Estoy bien —dijo Budry entre dientes, temblando—. Estoy…
No terminó la frase.
El cuerno mayor se apagó.
Los otros dos también.
Y Budry cayó inconsciente.

Cannorth murmuró:

—Eso… no fue solo poder. Fue… historia. Antigüedad. Algo que regresa a través de él.
Sky miró la empuñadura.
—Y si despertó esto… ¿qué más va a despertar?

Ikaru guardó silencio.
Pero dentro de él, en una esquina rota del tiempo, una sombra apareció:
un hombre con capa…
mirando hacia la cueva…
como si todo hubiese sido previsto.

​

1.6 Mientras tanto, en el palacio

Tahiana, en los pasillos altos del palacio, sintió un escalofrío sin explicación.
Miró por la ventana hacia las montañas.

—¿Ikaru… estás bien?

Arkhen, detrás de ella, cerró los ojos con una mezcla de orgullo y miedo.

—Los niños… ya están caminando su propio destino.
Y este… apenas comienza.

Capítulo 9 – El Grito de la Tierra

A los quince años, el grupo que alguna vez fue un puñado de niños curiosos se había convertido en la élite juvenil del Refugio del Sol.
Su entrenamiento con Wilzik había terminado. Ahora, por órdenes directas del rey Arkhen, debían saltar al mundo real: el campo de batalla.

Los ataques demoníacos habían sido cada vez más constantes. La estabilidad del Refugio pendía de un hilo.
Y Arkhen, con la mirada cansada pero firme, había dicho una frase que Ikaru jamás olvidaría:

—El tiempo no espera a nadie. Ni siquiera a ustedes. Es hora.

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1. Camino hacia lo desconocido

La exportación fuera de los muros de la guardia era silenciosa. Ikaru caminaba adelante, con esa aura de tiempo mal dominado que distorsionaba el aire en pequeños destellos. Cannorth mantenía el fuego en sus manos para iluminar el camino. Sky, con la postura firme de un luchador profesional, escaneaba los alrededores. Budry marchaba en silencio… desde hacía semanas se veía más tenso, más inquieto. Algo dentro de él —la bestia— vibraba.

El sendero ascendía hacia las montañas. Entre grietas de piedra, el suelo empezó a iluminarse con un tenue brillo azulado.

Sky frunció el ceño.

—Esto no parece tierra normal.
—No lo es —añadió Cannorth, sintiendo el aire moverse—. Hay algo aquí… respirando.

​

1.2 La cueva brillante

La montaña parecía dividirse sola, como abriéndose para el grupo. Un pasillo natural repleto de cristales azules brillaba con vida propia. Era como caminar dentro de un corazón gigante hecho de luz.

—Nunca había visto esto en los mapas —susurró Ikaru, rozando un cristal que vibró a su tacto.
—Porque no quiere que lo veas —dijo Budry con voz extrañamente profunda.

Sky lo miró de reojo.

—¿Lo dices tú o lo dice la cosa que llevas dentro?
—Ambos.

En el fondo de la cueva, un resplandor verde pulsaba lentamente.
Allí, sobre una vitrina monolítica tallada en roca pura, descansaba una empuñadura sin hoja. Parecía hecha de un mineral vivo, como si respirara.

Budry se acercó. Algo dentro de él temblaba, como si una voz olvidada lo llamara por su nombre.

—No la toques aún —advirtió Ikaru.
—Demasiado tarde.

Budry posó su mano sobre la empuñadura.

​

1.3 Los tres cuernos

El resplandor verde explotó en un fogonazo. Cannorth cayó hacia atrás, Sky cubrió su rostro, e Ikaru sintió el tiempo fragmentarse como vidrio.
Cuando la luz se disipó, todos quedaron inmóviles.

Budry no.

Su cuerpo estaba inclinado hacia adelante, respirando pesadamente, y su espalda temblaba.
Luego… un cuerno surgió de su cabeza.
Después otro.
Y un tercero, más largo, más afilado, más primitivo.

El brillo verde iluminaba sus ojos, que ahora parecían un fuego ancestral.

Sky balbuceó:

—Hermano… eso no es normal.
—Ikaru… ¿qué estoy… sintiendo? —gruñó Budry, como si estuviera hablando con una voz ajena a la suya.

Ikaru intentó acercarse, pero el tiempo a su alrededor empezó a temblar. Su habilidad inestable reaccionaba al poder de Budry.

—No… te muevas —dijo Ikaru—. Él… no quiere que lo toques.

En la empuñadura había símbolos grabados.
No eran runas… no eran letras… era WINDINGS, un idioma muerto que solo una conciencia olvidada podía entender.

Budry murmuró palabras imposibles, como si recordara un lenguaje que nunca había aprendido.

—“Aeth-Varun… Orkshe-Trael…”
Cannorth tragó saliva.
—Ikaru… ¿qué significa eso?

Ikaru negó, pero Budry respondió:

—Significa… “Despierta”.

​

1.4 El Golem de la Montaña

El temblor llegó de inmediato. La cueva rugió como un monstruo dormido despertando. Los cristales se apagaron.
La pared detrás de la vitrina se abrió como si respirara… y un GOLEM DE PIEDRA emergió con un rugido sordo.

Era gigantesco, su cuerpo compuesto de rocas antiguas con grietas que brillaban en rojo. Su sombra cubrió al grupo entero.

Sky saltó hacia adelante:

—¡Formación! ¡Ahora!

Cannorth desató un torbellino de fuego y aire. Ikaru ralentizó el tiempo, pero la energía inestable lo lanzó hacia atrás. Budry, con los tres cuernos brillando verde, se abalanzó con fuerza inhumana.

El golem atacó.
Golpes devastadores.
Rocas cayendo.
La montaña temblando.

Budry gritaba, la bestia dentro de él rugiendo por primera vez sin cadenas.

—¡VEN A MÍ!

Lo golpeó con fuerza brutal, rompiendo parte de su brazo rocoso.
Cannorth lanzó un rayo de fuego. Sky esquivaba, golpeaba, desviaba con movimientos perfectos.
Ikaru encontraba segundos débiles en los movimientos del golem, avisando:

—¡Ahora, golpea su punto izquierdo! ¡Ese segundo es vulnerable!

Pero el golem aprendía. Se adaptaba.
Y en un giro violento, una roca afilada salió despedida…

Directa al rostro de Budry.

—¡BUDRY, NO! —gritó Ikaru.

Budry giró parcialmente, pero no lo suficiente.
La roca impactó.

Un corte profundo, diagonal, abrió su ojo izquierdo.
La sangre verde y roja —de humano y bestia mezclados— corrió por su mejilla.

Budry cayó de rodillas.

Sky rugió de furia. Cannorth liberó una tormenta de elementos. Ikaru congeló diez segundos de tiempo incompleto, lo suficiente para que todos atacaran al unísono.

El golem se quebró en mil pedazos.

​

1.5 La caída del guerrero

Budry estaba respirando rápido, los cuernos aún brillando.
Ikaru lo levantó con cuidado.

—Tu ojo…
—Estoy bien —dijo Budry entre dientes, temblando—. Estoy…
No terminó la frase.
El cuerno mayor se apagó.
Los otros dos también.
Y Budry cayó inconsciente.

Cannorth murmuró:

—Eso… no fue solo poder. Fue… historia. Antigüedad. Algo que regresa a través de él.
Sky miró la empuñadura.
—Y si despertó esto… ¿qué más va a despertar?

Ikaru guardó silencio.
Pero dentro de él, en una esquina rota del tiempo, una sombra apareció:
un hombre con capa…
mirando hacia la cueva…
como si todo hubiese sido previsto.

​

1.6 Mientras tanto, en el palacio

Tahiana, en los pasillos altos del palacio, sintió un escalofrío sin explicación.
Miró por la ventana hacia las montañas.

—¿Ikaru… estás bien?

Arkhen, detrás de ella, cerró los ojos con una mezcla de orgullo y miedo.

—Los niños… ya están caminando su propio destino.
Y este… apenas comienza.

CAPÍTULO 10 — El Ojo que No Volvió

Edad: 15 años

El Refugio del Sol solía despertar con campanas suaves y el perfume de los jardines. Pero aquel día… todo olía a hierro, a alcohol, a vendajes. Y a miedo.

Budry abrió los ojos —el único que le quedaba intacto— mientras la luz se filtraba por la ventana del cuarto médico. Intentó levantar la cabeza, pero un dolor punzante lo obligó a morderse los labios.

Ikaru, sentado a su lado, lo observaba en silencio. Cannorth estaba apoyado contra la pared, con los brazos cruzados. Sky, cabizbajo, golpeaba suavemente el suelo con la punta del pie, frustrado.

—Tranquilo, hermano… —susurró Ikaru—. Estás vivo.

Budry tardó unos segundos en responder.
Luego, con voz ronca, dijo:

—¿Cómo quedó?

Ikaru tragó saliva. No sabía cómo decirlo.

—Te salvaste… eso es lo importante.

Budry giró la cabeza hacia él, exigiendo la verdad.

Sky fue el que habló, directo, porque la pena no era algo que ocultara bien:

—Tu ojo no volvió, Budry… —inhaló profundo—. Tampoco la cuenca. Los médicos tuvieron que limpiar todo. Se te ve parte del cráneo.

Budry no respondió. Solo bajó la mirada.
La venda que cubría el lado izquierdo de su rostro estaba empapada, no de sangre… sino de un líquido oscuro, espeso, que nadie entendía.

Cannorth avanzó, quitándose la capucha.

—Bro… al menos sigues siendo tú —intentó animarlo, a su manera—. Mira, si quieres, yo te fabrico una prótesis con piedra y fuego. Algo rudo. Algo que dé miedo.

Budry no rió. No tenía fuerzas.

Ikaru apretó el puño.

—Esto nunca debió pasar.

Sky habló bajo:

—Nos salvó la vida, Ikaru. El golem iba a aplastarnos a todos. Él lo detuvo.

Cannorth añadió:

—Tuvimos suerte de que solo perdiera un ojo… tú viste cómo lo lanzó contra la pared.

Pero Ikaru permaneció en silencio. El dolor de Budry, aunque no fuera suyo, le quemaba igual.

​

1. LAS CINCO PELEAS

A partir de ese día, los cuatro fueron enviados a misiones menores para probar su recuperación. Misiones que, en realidad, terminaron siendo una serie de guerras pequeñas contra demonios errantes.

​

1.2 La bestia de garras negras

Fue Budry quien entró primero al combate. Su fuerza parecía crecer con cada golpe, pero también… algo más.

Ikaru notó el cambio.

—Tus ataques… son más feroces. Más salvajes.

Budry gruñó sin darse cuenta.
Y por un instante, la sombra de un cuerno apareció sobre su sien izquierda.

​

1.3 Los gemelos llameantes

Cannorth los detuvo con un muro de aire caliente, mientras Sky golpeaba rápido como un rayo.

Budry se quedó quieto.

Sus manos temblaban.
Sus pupilas se dilataron.

—…viene —susurró.

—¿Quién viene? —preguntó Sky.

—Yo —respondió Budry.
Pero no era su voz. Era más grave… más profunda.

​

1.4 El demonio sin mandíbula

Mientras luchaban, Budry se detuvo en seco.
Miró al frente… pero estaba viendo otra cosa.

Un Budry más alto. Más oscuro.
Con un cuerno naciendo de su lado izquierdo.
Con una risa distorsionada.
Y una energía verde corroyendo todo a su alrededor.

La visión lo dejó helado.

—¡Budry, muévete! —gritó Ikaru.

Volvió a la realidad justo a tiempo, pero cayó de rodillas, jadeando.

​

1.5 La bandada de sombras

Ikaru usó su semi-control del tiempo, ralentizando por segundos los movimientos del enemigo para salvar a Sky.

—Cada vez lo haces mejor —dijo Sky.

—No soy yo quien controla… —respondió Ikaru, tenso—. Es como si intentara ayudarme alguien más. O algo más.

Budry al oírlo sintió un escalofrío.
Su visión había mostrado a un hombre… una figura con capa… un ser que dominaba el tiempo con terribles secretos.

 

1.6 El demonio del eco

Cuando Budry lo partió en dos, algo extraño ocurrió.

Su reflejo apareció en la sangre.
Pero no era él.

Era la Fase 1.
Un Budry con un cuerno de hueso brotando del lado izquierdo.
Y la cuenca vacía cubierta por una llama verde.

La imagen lo dejó sin aliento.

Ikaru lo sujetó.

—¿Otra visión?

Budry respiró hondo, temblando.

—Soy yo… pero no soy yo. No entiendo nada.

Sky añadió:

—Lo que viste… te dio miedo. A ti. Eso ya es decir mucho.

Cannorth puso una mano en su hombro.

—Sea lo que sea… no te vamos a dejar solo, ¿ok?

Budry miró a sus tres hermanos de batalla.

—Gracias.
Pero… —su voz se quebró— creo que ese “yo” del futuro… quiere salir.

​

1.7 Un sueño que no era sueño

Esa noche, en la habitación silenciosa, Budry abrió los ojos de golpe.

Estaba en un lugar vacío.
Sin paredes. Sin techo.
Solo oscuridad verde que respiraba.

Y frente a él…
Un hombre en capa negra, con bordes dorados, caminaba despacio.
Su rostro estaba cubierto por sombras.
A su alrededor, el flujo del tiempo giraba como un remolino obediente.

—Aún no estás listo —dijo la figura, con voz tranquila, casi paternal.

Budry intentó moverse, pero no pudo.

—¿Quién eres?

—Soy quien existe cuando el tiempo se rinde —respondió—.
Y tú… eres quien existe cuando la bestia despierta.

Budry sintió su cuenca vacía arder.

—¿Por qué veo estas cosas?

El hombre lo miró. O al menos, Budry lo sintió así.

—Porque estás cerca de tu primera caída.

El tiempo se rompió.
La visión terminó.
Budry despertó sudando, con el corazón al borde de explotar.

Y supo algo:

La Fase 1 no era una posibilidad.
Era una cuenta regresiva.

CAPÍTULO 11 — Cuando la Luna Reclama al Sol
Crónica de Ikaru, a sus 16 años

El último rugido del demonio errante se apagó entre las rocas, un eco áspero que se desvaneció en el aire caliente del Refugio del Sol. Ikaru, apenas sosteniéndose sobre una rodilla, dejó caer su espada chamuscada.
El cuerpo de la criatura se desplomó a pocos metros, reduciéndose a un amasijo oscuro que comenzó a evaporarse entre chispas negras.

Por primera vez en semanas, el silencio no significaba peligro.
Era… paz.
Breve, frágil, imposible.
Pero paz.

Los habitantes del Refugio del Sol, escondidos tras muros improvisados y sombras rotas, se permitieron exhalar. Un murmullo recorrió el campamento como un viento tímido.
—Lo lograron… —susurró alguien—. Por fin…

Ikaru volvió la vista hacia el horizonte abrasador. Sentía el corazón latiéndole en la garganta.
—No bajen la guardia… —murmuró, más para sí que para los demás—. Nada termina tan fácil…

Y entonces ocurrió.

Primero fue un escalofrío. Un tirón en el ambiente.
Como si algo —algo antiguo, algo prohibido— hubiera fruncido el ceño desde muy lejos.
El cielo tembló.

El viento se apagó.
El calor retrocedió.
Una neblina fría reptó sobre la arena.

Una pequeña niña del refugio fue la primera en notarlo:
—¿Ikaru…? ¿Qué… qué está cayendo…?

Un copo blanco se posó sobre su mano.

Nieve.

En el Refugio del Sol.
Un lugar donde la lluvia era un lujo, y la nieve… un mito.

Los guerreros levantaron la mirada justo cuando el sol comenzó a apagar su luz, como si alguien lo estuviera cubriendo con un manto oscuro.
La luna, enorme y pesada, se deslizó sobre él, oscureciéndolo, devorándolo, tiñéndolo de una penumbra rojiza.

Un eclipse… pero uno que no tenía sentido.
Uno que no pertenecía a esa hora, ni a esa estación, ni a ese mundo.

Ikaru sintió cómo se le erizaba la piel.
—Los dioses… —susurró—. No pueden ver un sol sin una luna…
Y ahora la estaban reclamando.

El cielo se abrió en un lamento profundo, un aullido que sacudió la arena, los huesos, y el alma de todos.

Las armaduras desgastadas de los guerreros que habían caído en combates previos yacían en el suelo, medio enterradas en arena y sangre seca. Las placas metálicas tintinearon débilmente con el frío repentino, como si despertaran.

La nieve caía más fuerte.
El eclipse se hacía más oscuro.
Y todos en el Refugio del Sol entendieron:

La batalla contra el demonio errante no había sido el final.
Había sido la señal.
El inicio del Eclipsis.

CAPÍTULO 12 — Las Sombras que el Eclipsis Llama

16 años

Dos semanas habían pasado desde el inicio del Eclipsis.
Catorce días donde el sol no había vuelto a verse.
Catorce noches donde la nieve seguía cayendo en un desierto donde jamás debió existir.

Y lo más inquietante:
Nada ocurría.
Ningún ataque.
Ninguna señal.
Solo un silencio tenso que oprimía el pecho.

Pero esa calma no era una bendición.
Era un reloj de arena al que se le acababa la paciencia.

​

1. LA CATEDRAL — BUDRY Y MOROS

La Catedral Antigua estaba muda.
El eco de los pasos de Budry resonaba entre columnas quebradas y vitrales cubiertos por escarcha.
Su ojo derecho observaba cada detalle, mientras la cuenca izquierda ardía con un dolor que parecía respirar.

Frente al altar, las velas comenzaron a inclinarse… como si retrocedieran del miedo.

—Sigues viniendo aquí, aun sabiendo lo que te persigue —dijo una voz grave.

Budry se giró bruscamente.

Entre las sombras, una figura emergió con suavidad antinatural.
Una capa de gris profundo.
Una máscara de marfil sin expresión.
Y un aura tan fría que las llamas temblaron.

—¿Moros? —gruñó Budry, empuñando su arma.

El ser avanzó, lento, firme.

—Budry… Fase Incompleta.
Tu futuro huele a sangre.

—¿Vienes a hablar o a pelear?

Moros inclinó la cabeza, como si lo estuviera evaluando.

—Vengo a corregirte.

Budry alzó su arma.
Moros levantó una mano.

La Catedral explotó en un estallido de energía.

Las columnas se quebraron en fragmentos.
Los vitrales se hicieron polvo.
El aire se volvió cuchillas invisibles.

—¡Hijo de—! —gritó Budry, siendo lanzado contra una pared.

Moros no desapareció.
No retrocedió.
No dudó.

Atacó.

Con pasos lentos, seguros, como quien ya conoce el final de la batalla.

​

1.2 EL PATIO DE ENTRENAMIENTO — SKY Y SHIVA

Sky golpeaba su saco improvisado cuando sintió hielo deslizándose por el aire.
Se giró, en guardia.

La mujer de piel azulada se acercaba con caminar suave, casi danzante.
Sus ojos lilas brillaban con un fulgor peligroso.
Su sonrisa era hermosa, perfecta… y falsa.

—Qué ritmo tan delicioso tienes —dijo Shiva, con tono seductor, casi susurrado—.
Un luchador que respira como si la pelea fuese un poema.

Sky tragó seco, sin bajar la guardia.

—¿Qué quieres?

Ella caminó alrededor de él como un felino que evalúa su presa.

—Quiero ver si tu cuerpo aguanta lo que tu boca presume.
—Ah… —Sky retrocedió—. ¿Eso es una amenaza?

Ella rió suavemente.

—No, corazón.
Es una promesa.

De un manotazo, Shiva lanzó una ráfaga de hielo que explotó contra el suelo, quebrándolo.

Sky saltó hacia atrás.

—¡Maldita psicópata elegante!

Shiva chasqueó los dedos, creando un látigo de hielo.

—Ven, pequeño sol…
Juguemos.

Y atacó con velocidad absurda.

​

1.3 EL SALÓN DE ROCAS — CANNORTH Y TENEBROS

Cannorth mantenía las rocas levitando con concentración perfecta.
Pero el aire se volvió pesado.
Denso.
Como un pantano invisible.

—No deberías contener tanto poder —rugió una voz cavernosa.

Cannorth abrió los ojos.
La sombra gigantesca se formó frente a él, respirando odio.

Tenebros.

—Viniste a molestar —murmuró Cannorth, levantándose.

—Vine a liberar lo que escondes —gruñó la criatura—.
Tierra… fuego… viento… agua…
Los cuatro te pertenecen.

El piso se levantó bajo los pies de Cannorth.
Un temblor violento lo lanzó hacia atrás.

—¡Mierda!

Tenebros rugió.

—¡Muéstrame tu caos, niño!

Cannorth encendió sus manos en llamas y viento.

—Pues ven por él entonces.

La criatura cargó.
Cannorth también.

El choque reventó el techo del salón.

​

1.4 EL PALACIO — IKARU Y TAHIANA

Mientras sus tres amigos enfrentaban la muerte sin saberlo…
Ikaru estaba a salvo.
Y sin darse cuenta… al borde de su propio colapso emocional.

Estaba con Tahiana junto a la gran ventana del palacio, viendo los copos de nieve caer sobre los jardines silenciosos.

Tahiana respiró profundamente.

—Ikaru… necesito decirte algo.

Él se giró hacia ella.

—¿Pasa algo malo?

—Sí —admitió—.
Pero no afuera.
Aquí —tocó su pecho con la mano.

Ikaru parpadeó, confuso.

—Tengo miedo. Mucho miedo del eclipse, de lo que viene… de lo que pueda pasarles a todos.
Pero cada vez que estoy contigo… ese miedo se detiene.

Ikaru sintió cómo el corazón se le aceleraba.

—Tahiana…

Ella bajó la mirada, nerviosa.

—Te amo.

Silencio.

Un silencio más profundo que los dos últimos años de batallas.

—Ikaru… —susurró ella—. Te he amado desde que éramos niños.
Desde que tú me defendiste aquella vez en la guardia…
Desde que te vi desafiar al mundo aunque no tuvieras poderes aún…
Y si este eclipse es el fin del mundo…
Quería decírtelo antes de que todo desaparezca.

Ikaru dio un paso hacia ella.

—Tahiana… yo…

Ella tragó saliva, esperando la sentencia.

—Yo también te amo —dijo Ikaru, con la voz temblorosa.

Los ojos de Tahiana se llenaron de lágrimas.

—¿En serio…?

—Sí —respondió él—.
Siempre lo sentí, pero… tenía miedo.
De perderte.
De distraerme.
De no ser suficiente para ti.

Tahiana lo abrazó de golpe, hundiendo su rostro en su cuello.

—Siempre fuiste suficiente… Ikaru.

Él la sostuvo fuerte, como si temiera perderla si soltaba un segundo.

Cuando ella levantó la mirada, sus rostros quedaron a centímetros.
Y sin más palabras…

Se besaron.

Un beso cálido.
Torpe.
Hermoso.
Demasiado humano para un mundo helado por un eclipse.

Tahiana sonrió entre lágrimas.

—Quédate conmigo.

Ikaru la tomó del rostro.

—No pienso ir a ningún lado.

Afuera, la nieve seguía cayendo.
Y, lejos del palacio, Budry, Sky y Cannorth luchaban por sus vidas contra las tres sombras que el Eclipsis había despertado.

FIN

Habilidades - Poderes - Debilidades

​

PODERES PRINCIPALES

1. Manipulación Parcial del Tiempo

Ikaru no controla el tiempo completo, pero sí fragmentos limitados:

  • Congelamiento temporal breve (0.5 a 2 segundos reales).

  • Aceleración temporal (aumenta su velocidad física y cognitiva).

  • Retroceso instantáneo (rebobina 1–3 segundos para corregir acciones).

  • Lentificación del entorno (todo se mueve más lento excepto él).

Cuanto más tiempo manipula, más sufre su cuerpo y su línea temporal.

​

2. Visión Cronal

Recibe destellos del futuro o pasado:

  • Predicciones borrosas de eventos cercanos.

  • Ecos temporales que lo guían durante combates.

  • Capacidad de “ver” posibles rutas alternativas.

Durante el Eclipsis, estas visiones se vuelven más violentas e intrusivas.

​

3. Paso Cronal

Puede moverse entre “fotogramas” del tiempo:

  • Se vuelve intangible durante milésimas.

  • Puede esquivar ataques “atravesándolos”.

  • Aparece en diferentes posiciones como si se “teletransportara”.

​

4. Aura de Distorsión Temporal

Cuando su corazón late al límite:

  • El tiempo a su alrededor se quiebra como vidrio.

  • Proyecta ondas que desbalancean a enemigos.

  • Objetos cercanos pueden fracturarse o duplicarse involuntariamente.

​

5. Guadaña del Segundo Eterno

Arma con capacidades temporales:

  • Corta materia, energía e incluso líneas temporales débiles.

  • Puede “grabar” un instante y liberarlo como un estallido temporal.

  • Reacciona al eclipse, aumentando su filo y vibración.

Es un arma que solo existe porque un eclipse fue detenido en el tiempo.

​

6. Resistencia Cronal

Por la desincronización de su línea temporal:

  • Envejece más lento.

  • Recupera heridas superficiales más rápido.

  • A veces puede evitar daños retrocediendo un instante.

​

7. Estado Crono-Ruptura (no dominado)

Un estado casi instintivo:

  • Sus pupilas se fragmentan en múltiples relojes concéntricos.

  • Su cuerpo se mueve en varias líneas temporales simultáneas.

  • Su fuerza, velocidad y reflejos se multiplican.

Pero es MUY peligroso para él.

​

HABILIDADES NO COMBATIVAS

1. Percepción Temporal

Puede:

  • Detectar cuando algo altera el flujo del tiempo.

  • Percibir “nudos” temporales en personas o objetos.

  • Notar cuando alguien ha cambiado su destino cercano.

​

2. Análisis acelerado

En combate o crisis:

  • Piensa 10–20 veces más rápido.

  • Lee movimientos, trayectorias y reacciones antes de que ocurran.

  • Puede analizar estrategias enteras en segundos congelados.

​

3. Sincronización Emocional

Con Tahiana especialmente:

  • Sus emociones se estabilizan.

  • Puede controlar mejor sus poderes.

  • Evita caer en rupturas temporales peligrosas.

​

DEBILIDADES

1. Desgaste Temporal

Cada uso de su poder:

  • Rompe fragmentos de su propia vida.

  • Borra pequeños recuerdos.

  • Daña su percepción del presente.

Si abusa demasiado puede dejar de “existir de forma lineal”.

​

2. No controla el tiempo completo

  • No puede viajar libremente al pasado o futuro.

  • No puede congelar el tiempo indefinidamente.

  • No puede alterar grandes eventos.

Su poder está lleno de límites.

​

3. Vulnerabilidad al Eclipsis

La energía del Eclipsis:

  • Distorsiona su línea temporal.

  • Provoca dolores intensos.

  • Lo desincroniza, haciéndolo inestable.

  • Incrementa visiones violentas que pueden confundirlo.

​

4. Sobrecarga Cognitiva

Si recibe muchas visiones:

  • Sufre migrañas severas.

  • Pierde concentración.

  • Puede ver realidades que no existen y confundirse.

​

5. La Guadaña del Segundo Eterno lo drena

El arma:

  • Absorbe energía temporal propia para funcionar.

  • Causa agotamiento extremo si se usa demasiado.

  • Puede fracturar su reloj interno si intenta invocarla sin energía.

​

6. Su vínculo emocional es un punto débil

Especialmente con Tahiana:

  • Su amor por ella lo vuelve más fuerte… pero también vulnerable.

  • Si ella está en peligro, Ikaru pierde estabilidad emocional.

  • Un enemigo podría manipular esa conexión.

​

7. No puede alterar destinos mayores

Aunque manipule el tiempo:

  • No puede evitar fenómenos como el Eclipsis.

  • No puede revivir a los muertos.

  • No puede cambiar decisiones ya ancladas al destino.

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