CRONOS
FICHA TECNICA
- Nombre: Cronos (ΚρĻνος, "El Tiempo Inexorable")
- Título:
*Señor del Tiempo y la Decadencia
*El Devorador de Eras
*Padre de los Titanes
- Raza: Titán Primordial
- Edad: Incalculable (≈ 14.000 millones de años, equivalente al inicio del cosmos en tu historia).
- Sexo: Masculino
- Altura: Variable (puede adoptar forma humana de 3 metros, o su forma cósmica de 100 metros).
- Peso: Infinito (su cuerpo no es físico, sino un mecanismo divino que representa la carga del tiempo).
- Armas Principales:
*Manecillas Doradas: Dos extensiones de su cuerpo, afiladas como lanzas divinas. Cada golpe marca el fin de una era.
*Reloj Interno: Engranaje central en su pecho que controla el flujo del tiempo.
- Lugar de Origen: El Vacío Primordial (antes del nacimiento de los dioses olímpicos).
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Capítulo 1 – El Nacimiento del Tiempo
Antes de que existieran los hombres.
Antes de que el fuego ardiera en las estrellas.
Antes incluso de que los dioses griegos cantaran su gloria…
Solo existía el Caos.
Un vacío eterno, sin forma ni voz.
Del Caos surgieron los primeros titanes,
y entre ellos, nació Cronos,
el hijo que miraba no con ojos,
sino con relojes sin manecillas.
Su llanto no era como el de los mortales.
Su primer respiro hizo avanzar el tiempo.
Su primer paso quebró el silencio de la eternidad.
La madre Tierra (Gea) le otorgó cuerpo.
El Cielo (Urano) le otorgó poder.
Pero fue el Vacío quien le entregó su verdadera esencia:
el dominio del flujo que consume todas las cosas.
Cronos no tenía espada ni escudo.
De su espalda brotaron dos inmensas manecillas doradas,
afiladas y perfectas, que se clavaban en el aire como lanzas.
Con ellas cortaba los siglos,
con ellas devoraba las eras.
Los titanes lo reconocieron al instante:
no era un guerrero… era un ciclo.
El fin inevitable de todo lo que respira.
Cronos reinó durante la llamada Edad Dorada,
un tiempo donde no existía la muerte ni el sufrimiento.
Los hombres caminaban libres,
las bestias eran inmortales,
y los dioses aún no conocían la guerra.
Pero la perfección duró poco.
La eternidad exige cambio,
y el mismo Cronos comenzó a temer su propio destino.
Un oráculo le susurró que sería derrotado por uno de sus hijos,
y esa profecía lo quebró.
El Titán devoró a sus descendientes uno a uno,
devorando sus futuros,
devorando las eras que ellos habrían creado.
Cada bocado era un mundo no nacido.
Cada hijo tragado, un futuro extinguido.
Así, Cronos se convirtió en el Devorador de Eras.
Pero lo que no sabía era que el tiempo mismo lo traicionaba.
Porque aunque él era el dueño del ciclo,
el ciclo no podía pertenecerle por siempre.
De su propia grieta —un fallo en su reloj interno—
brotó un eco, un reflejo que viajaba más allá de su entendimiento.
Ese eco se llamaría Ikaru,
el elegido que siglos después blandiría la guadaña dorada,
y con el Ojo del Reloj Maestro,
vería lo que ni siquiera Cronos podía contemplar:
su fin.
En el nacimiento de Cronos, también nació su condena.
Porque cada latido de su reloj dorado
era una cuenta regresiva hacia el día
en que otro lo reemplazaría.
El día en que el Tiempo dejaría de temer a Cronos,
y comenzaría a obedecer a otro guardián.
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Capítulo 2 – Ira de Cronos
El tiempo se quebró como un espejo.
CRONOS, el dios de lo inevitable, descendió no como un adversario…
sino como el único que siempre estuvo al mando.
Sus cadenas rotas no eran señales de derrota,
sino llaves de una prisión autoimpuesta.
Porque nadie lo había desterrado.
Él mismo había permitido su encierro, esperando el momento.
Cronos (voz como un trueno detenido en el aire):
—“IKARU… eras mi aprendiz disfrazado de rebelde.”
—“Cada decisión tuya… cada sacrificio… fue sembrado por mí.”
Ikaru, confundido, apenas pudo levantar su báculo.
Ikaru:
—“No… yo elegí… ¡Yo te enfrenté!”
Cronos sonrió. Un dios nunca sonríe en vano.
Cronos:
—“Elegiste lo que yo dejé escrito.
Tus cicatrices… son las huellas de mi reloj.”
La batalla fue un teatro.
Guadaña contra báculo.
Relojes contra sellos.
Cada impacto no destruía el pasado…
lo reforzaba.
Cronos, con cada golpe, robaba los futuros de Ikaru.
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Capítulo 3 – El Último Error
Cuando Ikaru creyó haberlo desterrado,
cuando pensó que el Limbo colapsaba sobre Cronos,
el dios del Tiempo solo observó.
Cronos (dentro del derrumbe):
—“El tiempo nunca me encierra.
Soy yo quien lo pliega.”
Ikaru no destruyó el Limbo.
Cronos lo había sacrificado.
Era la pieza que faltaba en su tablero.
Ahora él no estaba “en la Tierra”.
La Tierra estaba en él.
Cada segundo del planeta… latiendo en su pecho.
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Capítulo 5 – Dos Ikarus
Los dos Ikarus se encontraron, como sombras que buscan completarse.
Pero ni uno ni otro sabía que la fusión era un movimiento escrito por Cronos.
Mientras ellos se preparaban a unirse,
el reloj del universo marcaba una campanada invisible.
No DOCE…
sino TRECE.
La campanada prohibida.
La que nunca debió sonar.
Y esa campanada pertenecía a Cronos.
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Capítulo 6 – Fusión del Tiempo
El nuevo Ikaru nació, brillante, absoluto.
Pero lo que ninguno comprendía era que, al fusionarse,
se habían vaciado de emociones y recuerdos…
exactamente como Cronos había planeado.
Porque lo único que puede reemplazar al dios del Tiempo
es un ser sin pasado…
sin dolor…
sin voluntad.
Cronos, invisible tras el tejido del mundo, extendió su mano.
Cronos:
—“Perfecto.
Mi sustituto.
Mi eco.
Mi reflejo.”
El nuevo Ikaru miró al cielo.
Creyó que era libre.
Creyó que era Guardián Absoluto.
Pero en lo más profundo,
el verdadero Cronos sonrió.
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Epílogo – El Inicio del Fin
La guerra ardía.
Chums luchaba.
Budry ascendía.
Moros reía.
Y Cronos… Cronos ya no necesitaba aparecer en batalla.
Porque ahora tenía a su campeón:
un Ikaru que creía ser héroe,
pero que en cada paso, en cada decisión,
seguía caminando sobre el guion que el dios había escrito
antes incluso del primer amanecer.
Cronos (susurrando en las arenas del tiempo):
—“Mientras exista el tiempo…
yo ya vencí.”
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Capítulo Final 7 – El Juicio del Tiempo
El cosmos entero quedó suspendido.
Las galaxias no giraban.
Las estrellas no ardían.
El reloj del universo aguardaba la conclusión de la única batalla que jamás debió existir.
Cronos se erguía, colosal, con sus cadenas rotas flotando alrededor como serpientes doradas.
De su espalda se extendían dos manecillas doradas, largas como lanzas, afiladas como cuchillas divinas.
Cada una vibraba con el eco de todas las horas que habían existido y todas las que aún no habían nacido.
Frente a él, Ikaru sostenía su Guadaña.
El filo curvo brillaba como un sol contenido, un destello que atravesaba dimensiones.
No era solo un arma, era el símbolo de ruptura:
la voluntad de cortar aquello que parecía eterno.
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1. El Despertar de Chrono Dominion
Cronos alzó los brazos, y el reloj infinito marcado en su pecho comenzó a girar hacia atrás y hacia adelante al mismo tiempo.
El universo se quebró bajo su mando.
“Chrono Dominion”
El efecto fue devastador.
El flujo del tiempo enmudeció.
Ikaru sintió cómo sus músculos quedaban atrapados en un instante que no avanzaba,
como si su propio cuerpo fuera un reloj detenido.
Los latidos de su corazón se estiraron hasta volverse siglos.
Su respiración era un milenio pesado que jamás llegaba a completarse.
A su alrededor, fragmentos de realidades flotaban como espejos rotos:
futuros que se adelantaban, pasados que regresaban,
todos enredados en una espiral sin salida.
Cronos caminó hacia él con calma absoluta.
Cada paso era como si cayera una campanada imposible,
una sentencia que borraba la esperanza.
Cronos (voz grave, multiplicada en todos los siglos):
—“El tiempo no tiene compasión.
Yo soy su reflejo inexorable.
Todo lo que vive… está condenado a pudrirse en mi reloj.”
Las manecillas doradas se cruzaron frente a él,
y en un movimiento brutal, apuntaron directo al corazón de Ikaru,
listas para clavarle la eternidad.
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1.2 El Clock’s Eye
Pero en ese instante,
en medio del abismo sin salida,
los ojos de Ikaru se abrieron como campanas encendidas.
Engranajes dorados comenzaron a girar en sus pupilas.
Una esfera celestial emergió dentro de él,
y en ella brillaban todas las horas, todos los segundos,
todos los instantes que habían sido robados por Cronos.
“Clock’s Eye”
El flujo del tiempo cambió.
Donde antes estaba atrapado,
ahora Ikaru lo veía todo:
cada línea de realidad,
cada movimiento de Cronos antes de que ocurriera,
cada fisura diminuta en el tejido eterno del dios.
Cronos lo sintió y gruñó,
acelerando aún más el tiempo, deteniéndolo, retrocediéndolo.
Pero nada funcionaba.
El Ojo veía más allá de la prisión "Chrono Dominion".
Ikaru, con la guadaña en alto, esquivó cada embate,
no como quien reacciona,
sino como quien ya conoce el resultado de la batalla.
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1.3 El Corte Perfecto
El Ojo reveló lo que nadie más podía ver:
la grieta oculta en la eternidad de Cronos,
un punto diminuto en medio del engranaje cósmico que lo sostenía.
Cronos, furioso, descargó ambas manecillas con la fuerza de todos los milenios.
El impacto fue tan colosal que galaxias enteras estallaron como chispas.
Pero Ikaru no dudó.
Con un grito que resonó más fuerte que las campanas del universo,
giró su Guadaña en un arco absoluto,
una trayectoria que atravesaba no solo el espacio,
sino todos los tiempos a la vez.
El filo descendió exactamente sobre la grieta revelada por el Ojo.
¡Corte Maestro!
Las manecillas doradas de Cronos se quebraron como cristal divino.
El dios fue atravesado en el corazón de su reloj,
y la maquinaria eterna que lo sostenía se desmoronó.
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1.4 El Final de Cronos
Cronos cayó de rodillas,
las arenas doradas de su cuerpo deshaciéndose poco a poco.
Sus ojos, que siempre habían sido engranajes fríos,
parpadearon con algo cercano a la paz.
Cronos (susurrando con voz de campanada lejana):
—“…El ciclo… finalmente roto…
alguien digno de portar… la hora final…”
Con una última exhalación,
su forma se dispersó en polvo dorado,
viajando por todas las eras,
como si su derrota quedara inscrita en cada segundo del universo.
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1.5 El Guardián Dorado
Clock’s Eye se cerró lentamente en los ojos de Ikaru,
desvaneciéndose hasta dejar solo un brillo tenue.
El Guardián jadeó,
apoyando su guadaña dorada en el suelo fracturado del cosmos.
El universo volvió a moverse.
Las estrellas encendieron su fuego.
Los relojes avanzaron.
Ikaru levantó la mirada al cielo,
su sombra extendiéndose como un reloj infinito.
Ikaru (con voz solemne):
—“El tiempo ya no obedece al "Dominion" Cronos…
Ahora responde a mi mirada.”
Y así, con un solo corte perfecto,
el heredero del reloj se alzó como Ikaru, el Guardián Dorado,
vencedor absoluto de Cronos,
señor del tiempo y de las eras venideras.
Habilidades:
1. Chrono Dominion
-
Puede detener, ralentizar o acelerar el tiempo a voluntad.
-
Se adelanta a los movimientos de sus enemigos como si viera el futuro.
-
Representa que el tiempo arrastra a todo ser vivo hacia la decadencia.
2. Erosión Temporal
-
Cada impacto de sus manecillas doradas provoca envejecimiento acelerado, consumiendo miles de años de la víctima en segundos.
-
Objetos tocados por sus armas se oxidan, agrietan y desaparecen en polvo.
3. Engranaje Eterno
-
Su cuerpo funciona como un reloj viviente que puede regenerarse volviendo a un “punto anterior” de su existencia.
-
Difícil de destruir mientras conserve el flujo del tiempo.
4. Reino del Tiempo Perdido
-
Puede abrir un vacío fuera de la realidad donde arrastra a sus enemigos a bucles infinitos de sus propios errores pasados.
-
Allí el tiempo no tiene fin, ni salvación.
5. Señor de las Eras
-
Invoca espectros de civilizaciones extintas o aún no nacidas para pelear junto a él.
-
Estas apariciones son fragmentos temporales que se desvanecen tras combatir.
6. Presencia Intemporal
-
Su mera existencia deforma el espacio-tiempo.
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Las campanas invisibles de un reloj suenan cada vez que da un paso.
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Donde él aparece, los relojes se detienen y la eternidad pesa sobre todo.}
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DEBILIDADES:
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El Punto Débil Temporal
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En el centro de su reloj interno existe una grieta microscópica, invisible para todos salvo el Ojo del Reloj Maestro de Ikaru.
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Orgullo de Titán
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Considera que nadie puede derrotarlo, lo que lo hace subestimar a rivales que dominan el tiempo desde otra perspectiva.
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Dependencia del Flujo del Tiempo
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Si el tiempo se corta, se rebobina o se fragmenta (como con la guadaña dorada de Ikaru), su regeneración y dominio fallan.
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El Futuro Cerrado
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Puede prever todo… excepto su propia derrota.
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El destino lo condena a ser derrocado, así como en la mitología Zeus lo reemplazó.
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Frases icónicas:
“Todo ser, toda estrella, toda era… terminará en mis manecillas doradas."
"Yo soy el ciclo. Yo soy el fin.”