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FICHA TÉCNICA DE CHUMS

  • Nombre: Chums OF

  • Título: El Guardian de la Muralla

  • Edad: 24 años

  • Altura: 1.88 m

  • Peso: 84 kg

  • Origen: Refugio del Sol

  • Ocupación: Guardian de la Muralla

  • Raza: Humano con Fuerza sobre Humana.

  • Arma Principal: Lanza

  • Personalidad: Determinado, estratégico, protector, con un fuerte sentido del deber.

Eterno GuardiánChumsOF
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HISTORIA CHUMS

Capitulo INICIO
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Capítulo - Inicio

Narrador (voz interna de Chums):

El Refugio del Sol no era hogar.
Era rutina.
Era entrenamiento.
Era silencio.

Los Guardianes hablaban poco, y cuando lo hacían, lo hacían como si cada palabra costara energía vital.
A veces pensaba que me estaba volviendo uno de ellos.
Una máquina.

Y entonces…
En medio de una tormenta etérica, la conocí.

No en un evento dramático.
No en medio de fuego y gloria.
Solo estaba reparando una torreta solar, como siempre.
Con las manos desnudas, el metal hirviendo bajo mis dedos.
No por valentía… sino porque dolía menos que mis recuerdos.

Y sentí una mirada.
No de juicio.
No de miedo.
Una mirada que… analizaba.

Giré la cabeza.
Allí, desde el balcón de los Archivos Vivos, alguien me observaba.

Cabello color vino, gesto inquisitivo, y un brazalete que parecía respirar.

“¿Quién eres?”, pensé.
Pero no lo pregunté.
No aún.

Esa noche, la encontré otra vez.
O tal vez fue ella quien me encontró a mí.

En la sala de observación, mientras el cielo rugía con auroras solares, ella apareció entre sombras.
Caminaba como si tuviera el universo mapeado en la mente.

Chums:
—¿Vienes a ver las tormentas solares?

Zaira (sin titubear):
—Vengo a escuchar los datos que gritan sin hablar.

Sonreí. No pude evitarlo.

Chums:
—Típico de los de tu torre. Todo lo convierten en números.

Zaira (alzando la ceja):
—¿Y tú? ¿Lo conviertes todo en músculo?

Ese sarcasmo…
Era distinto al de los entrenadores.
No buscaba humillar. Buscaba retar.

Chums:
—No. Lo convierto en propósito.

Zaira:
—¿Y cuál es el tuyo?

La pregunta me detuvo.
No por compleja.
Sino porque era la primera vez que alguien quería saberlo.

Chums (tras una pausa):
—No dejar que nadie sufra como yo sufrí.

Ella bajó la mirada.
Y con un susurro apenas audible, respondió:

Zaira:
—Entonces ya tenemos algo en común.

Narrador:

Así empezó todo.
No con una batalla.
Sino con una convergencia.

Mientras otros veían en mí fuerza, ella vio trauma disfrazado de disciplina.
Y yo, que nunca confié en los sabios de bata blanca… comencé a confiar en ella.

Zaira no hablaba mucho de su pasado.
Pero sus ojos…
Sus ojos hablaban todo el tiempo.

Trabajábamos juntos.
Chocábamos.
Debatíamos.
Y luego…
Reíamos.

Cuando desarrolló el segundo núcleo emocional del brazalete, fui yo quien la escoltó.
Cuando enfrentamos al Espectro del Silencio, ella reconstruyó mi pecho antes de que mi corazón dejara de latir.

Era ciencia.
Pero para mí…
Era magia.

Una noche, bajo la aurora espectral:

Chums (sin rodeos):
—¿Qué somos tú y yo?

Ella me miró como si la pregunta ya hubiera sido respondida mil veces en su mente.

Zaira:
—Teoría y práctica.
—Razón y causa.
—Somos… inevitables.

Extendí mi mano.

Chums:
—¿Y si el mundo se rompe?

Zaira (tomando mis dedos):
—Entonces, lo reconstruimos juntos.

Narrador:

Amar a Zaira no fue una decisión.
Fue un descubrimiento.
Como hallar una fórmula antigua y comprender que tú eras la variable faltante.

Ella me enseñó que no todo se protege con escudos.
Que hay batallas que se ganan con ternura, con inteligencia, con palabras que no necesitan ser gritadas.

Y Budry…

Ese pequeño lleno de furia y miedo…
Se aferró a ella como un satélite a una estrella.
No como cuñada.
Como madre.

Ella lo entendió de inmediato.
Y lo abrazó como solo una científica que también conoce el amor… puede hacerlo.

Zaira (a Budry, una noche):
—Cuando me mires, Budry… recuerda que hasta en los lugares más fríos… la ciencia también puede ser abrigo.

Narrador (voz interna de Chums):

No necesito fotos de boda.
Ni títulos.
Ni testigos.

Ella fue mi constante.

Pero el tiempo…
El tiempo comenzó a oxidarse.

Y yo… no estaba listo para perderla.

Capitulo 1
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Capítulo I – El Guardián que Desafió a un Dios

La bruma matinal rodeaba la Muralla como un velo fantasmal. A lo lejos, el canto de un cuervo rompía el silencio, presagiando lo inevitable. En lo alto de la torre este, Chums, el nuevo Guardián, contemplaba el horizonte con su lanza firmemente clavada a su lado.

Sus ojos, endurecidos por años de batalla, no habían perdido la chispa de aquel niño que soñaba con proteger a su familia.

Chums (pensando):
"Padre... ¿acaso también temías cuando el enemigo se acercaba y tú debías aparentar fortaleza? Hoy te entiendo más que nunca."

 

Flashback: La Última Sonrisa

El hogar vibraba con una calidez que ahora solo existía en los recuerdos.

Budry (gritando):
—¡No entienden nada! ¡Papá nunca debió morir! ¡Y ustedes... ustedes solo siguen como si nada!

Chums:
—¡Budry, ya basta! ¡No eres el único que lo extraña!

Budry (con lágrimas en los ojos):
—¡Entonces dime por qué no hiciste nada! ¡Eres el Guardián ahora, ¿no?! ¡Protégenos, como él lo hacía!

El portazo retumbó como una sentencia. Budry corrió hacia el bosque, su pequeño corazón buscando un rincón donde el dolor no lo alcanzara.

Alice (con voz temblorosa):
—No seas duro con él... tú también tienes ese dolor guardado.

Chums (mirando por la ventana):
—Y es por eso... que debo mantenerme firme.

El Presagio Oscuro

Esa noche, el viento dejó de soplar. Rongo, inquieto, salió corriendo hacia el bosque. Algo no estaba bien.

Chums (cogiendo su lanza):
—Rongo... ¿qué sientes?

Entonces lo vio. Una silueta en medio del campo. Una presencia antinatural. Un aura tan pesada que hacía que incluso la tierra temblara.

Moros:
—He llegado, Guardián. Vengo por tu cabeza... y por el eco de tu linaje.

Chums (con el corazón latiendo como un tambor de guerra):
—¿Quién... quién eres tú?

Moros (riendo lentamente):
—Soy Moros, Dios de la Destrucción y la Penumbra. Y hoy, todo lo que amas será cenizas.

El Combate Imposible

Chums cargó primero. Su lanza brilló con un rayo dorado, cortando el aire con violencia. El impacto... fue nulo. Moros ni siquiera se movió.

Chums:
—¿Qué eres…?

Moros (golpeando su abdomen):
—Soy lo que tu padre no pudo destruir. ¿Creíste que eras diferente?

El golpe lo mandó volando. Chums se estrelló contra los árboles, sintiendo cómo sus costillas crujían bajo la presión.

Desde el suelo, jadeando, lo vio dirigirse a su casa.

Chums (gritando):
—¡NO! ¡ALICE! ¡RONGO!

Con fuerza sobrehumana, se levantó. Cada paso era una lucha. Cada respiración, una agonía.

Chums (cerrando los ojos):
"No moriré... no hoy."

FASE 1 – PODER DE LOS GUARDIANES

(Capítulo dentro de “El Guardián que Desafió a un Dios”)

“Los héroes no eligen cuándo caer. Solo que, al hacerlo… lo hagan por algo más grande que ellos mismos.”

La sangre de Chums dibujaba líneas rojas sobre la tierra, como si el propio mundo llorara su dolor. Su lanza, astillada, apenas se sostenía. Frente a él, Moros, el Dios de la Penumbra, avanzaba. Sin prisa. Sin piedad.

Chums (jadeando, con lágrimas en los ojos):
—…Padre… dime que valió la pena…

Sus dedos temblaban. En su mente, destellos cálidos:
—El aroma de la comida de Alice,
—La risa torpe de Budry,
—Rongo durmiendo a sus pies.
Ahora todo eso parecía tan lejano. Tan… perdido.

Entonces ocurrió.

El cielo rugió.
Una luz dorada descendió como una lanza divina. El metal roto flotó. El aire vibró. La lanza se recompuso, envuelta en fuego celestial.

Narrador:
—El linaje de Hadam no muere. Resiste. Espera. Y cuando el alma está por romperse… despierta.

Chums (poniéndose de pie, con el alma en llamas):
—¡NO!
—¡NO ME RENDIRÉ!
—¡SOY CHUMS, HIJO DE HADAM, ÚLTIMO ESCUDO DE REFUGIO DEL SOL!

Su cuerpo se rodeó de un aura dorada que quemaba incluso al viento. El suelo se partía bajo sus pies. Su lanza crujía con energía pura.

Moros (deteniéndose por primera vez):
—…interesante.

Chums (con mirada feroz):
—¡Fase Uno… activada!
—¡¡LEGADO DEL TRUENO INMORTAL!!

Danza de Dioses

Chums se lanzó como un rayo. Cada golpe abría grietas en la tierra. Su lanza cortó la carne divina de Moros. El dios rugió. Lo empujó. Pero Chums se impulsó en el aire, girando como un relámpago de ira.

Chums (gritando):
—¡Juicio del Centinela!

Un torbellino de energía lo envolvió. Cada estocada contenía siglos de historia, cada paso el peso de su linaje.

Moros (retrocediendo):
—¡¿Qué clase de humano eres?!

Chums:
—¡Uno con algo por lo que morir!

Técnica Final – Destello Demoledor: Furia del Trueno

La lanza de Chums se alzó al cielo, formando un círculo de relámpagos. Los truenos dejaron de sonar… como si el mundo contuviera la respiración.

Chums (en un susurro):
—Esto es por Alice…
—Por Rongo…
—Por Budry…

Sus pies dejaron el suelo. Una silueta gigantesca de luz —Hadam, su padre— se alzó detrás de él. Un rayo de alma.

Chums (gritando):
—¡¡FURIA DEL TRUENO… DESTELLO DEMOLEDOR!!

La lanza bajó, como un juicio divino. Atravesó a Moros. El dios sangró. Por primera vez… gritó.

La Muerte del Guardián

Silencio.
El cielo lloraba electricidad.

Chums cayó de rodillas. La lanza se apagó. Su cuerpo temblaba. La sangre brotaba por cada poro. No quedaba nada. Solo fe.

Chums (mirando el cielo):
—¿Padre…? ¿Lo hice bien…?

Moros, herido, pero vivo, emergió entre el humo.

Moros (sonriendo con crueldad):
—Eres fuerte… pero estás solo. Siempre lo estuviste.

Moros lo tomó del cuello. Chums ni siquiera luchó. Su cuerpo colgaba. Solo miraba su casa… ardiendo.

Chums (con los ojos llorosos):
—…Alice… lo siento.

Moros lo estrelló contra el suelo. Luego lo levantó, y con una mano, atravesó su pecho. Un crujido húmedo. Una exhalación final.

Chums (escupiendo sangre):
—…Budry… por favor… vive.

Moros (acercándose al oído):
—Tu linaje termina aquí.

Chums (con una sonrisa débil):
—…No… termina…
—…comienza.

Moros se alejó. Chums arrastró su cuerpo ensangrentado, hasta donde yacían Alice y Rongo. Los abrazó. Con su último aliento, lloró… en silencio.

Y allí, bajo una luna ensangrentada por fuego…
cerró los ojos.

​​

Capítulo II – El Portal Chispa Dimensional

"Cuando muere un héroe... algo más despierta."

Narrador:

La noche cayó sobre los restos del Refugio del Sol.

Las llamas devoraban la tierra con hambre antigua. La casa que alguna vez fue hogar, ahora era un cráter envuelto en humo y silencio. Solo los cuervos se atrevían a cantar.

El cuerpo de Chums reposaba entre los escombros, con los brazos aún extendidos, aferrado a los cuerpos sin vida de Alice y Rongo. Su sangre, seca. Sus ojos, cerrados. Su espíritu, apagado.

Pero no… del todo.

La tierra tembló.

Las hojas de los árboles muertos comenzaron a levitar. Las piedras giraron en espiral. Un zumbido sutil —una nota aguda imposible de entender— comenzó a resonar en los planos cercanos al alma.

Un haz de luz plateada con tonos azul eléctrico rompió el aire. No descendió del cielo. Surgió del mismo corazón del mundo.

Un portal se abrió. No como un círculo. No como una puerta.

Sino como una grieta viva, con bordes que chispeaban como si el tiempo estuviera siendo desgarrado desde adentro.

Era el Portal Chispa Dimensional.

Y de él emergió ÉL.

Dr. Ikaru – El Sabio Errante

Un manto negro ondeaba con vida propia. Su rostro, cubierto por una máscara de obsidiana rota en un lado. Su presencia alteraba el flujo del viento. Sus ojos… reflejaban dolor, odio, y una esperanza tan antigua como el universo mismo.

Ikaru (en voz baja):
—No otra vez…

Se arrodilló junto al cuerpo de Chums. Lo observó. Lo tocó.

Ikaru:
—Perdiste todo… y aún así… salvaste lo que pudiste.

Tomó la lanza apagada. La sostuvo junto al pecho de Chums.

Una lágrima —la única que alguien lo vio derramar— cayó sobre el símbolo sagrado grabado en la armadura del Guardián.

Y entonces habló.

Ikaru (con fuerza):
—¡Despierta, chispa del linaje!
—¡Regresa, centella dormida!
—¡Yo, Ikaru, declaro ante los planos: este alma no ha terminado su historia!

El portal rugió. Un coro de voces se oyó, como si los antepasados de Chums respondieran al llamado.

Las llamas se detuvieron. El aire colapsó hacia adentro.
El cuerpo de Chums fue envuelto en un halo azul celeste, sus heridas cicatrizando lentamente, pero su alma aún dormía.

Ikaru (mirando al cielo, con ira contenida):
—Moros… maldito seás.
—Esto no termina aquí. Has desatado algo que no puedes contener.

Desaparición

Con un movimiento, Ikaru extendió su bastón. El portal se curvó hacia él como si lo obedeciera. A su alrededor, las plantas comenzaron a crecer al revés. El tiempo retrocedía a su paso.

Tomó a Chums en brazos. Como un padre. Como un hermano. Como un guerrero que no dejaría que otro héroe cayera sin redención.

Ikaru (susurrando):
—Te entrenaré en donde el tiempo no existe.
—Te devolveré al mundo… cuando seas más que humano.

Con un estallido de chispas, el portal se cerró detrás de ellos.
El lugar volvió a la oscuridad. Solo quedó el eco del silbido agudo, y una brasa encendida donde yacía el cuerpo.

 

Narrador Final:

Así fue como nació el mito del Guardián que murió salvando su hogar…
…y desapareció sin dejar rastro alguno.
Pero el eco de su sacrificio viajaría a través de los planos…
…y un día, cuando la oscuridad vuelva a extenderse…
…el Portal Chispa Dimensional se abrirá una vez más.

​​

Capítulo III – El Limbo Atemporal

"Solo cuando el tiempo deja de existir… nace la eternidad."

Escena I – Llegada al Vacío

Narrador:

No hay cielo.
No hay suelo.
No hay luz.
Tampoco oscuridad.

Solo un plano de existencia flotante, donde las leyes del universo no rigen, donde la materia es pensamiento, y el tiempo… no es nada.

Ese lugar es el Limbo Atemporal.

Allí, Ikaru emerge del Portal Chispa Dimensional, flotando suavemente entre fragmentos de realidad. A su lado, el cuerpo de Chums, suspendido en una esfera de energía azul, respirando apenas.

La voz de Ikaru resuena, aunque no mueve los labios.

Ikaru (telepáticamente):
—Descansa, joven centinela. Aquí las heridas no duelen… pero las memorias sí.

La esfera se abre. Chums cae suavemente sobre una plataforma de piedra brillante suspendida en la nada. Por primera vez, su alma está sola consigo misma.

Escena II – La Llama del Linaje

(Días o siglos después, en ese lugar sin tiempo)

Chums abre los ojos.

Su primer aliento suena como un trueno contenido. Mira sus manos. Su cuerpo no está roto… pero tampoco es el mismo.

La voz de Ikaru suena detrás.

Ikaru:
—Has despertado.
—Y con ello… el linaje de Hadam arde otra vez.

Chums (desorientado):
—¿Dónde estoy?
—¿Qué… qué fue de Alice… de Rongo…?

Ikaru (en tono sereno y pesado):
—Murieron. Pero no en vano.
—Te defendieron hasta el último suspiro.
—Y tú… también lo hiciste. Solo que no era tu final.

Chums cae de rodillas. Su pecho tiembla. Las lágrimas fluyen sin detenerse. La muerte lo alcanzó, pero el duelo es eterno.

Chums (entre sollozos):
—¿Por qué me salvaste?
—¡No tenía que vivir! ¡Yo debía morir con ellos!

Ikaru (poniéndose frente a él):
—¡No!
—Tú no naciste para morir en tragedia.
—Tu nombre aún no ha sido tallado en las estrellas.
—¡Tú eres el arma que los dioses temen!

Ikaru toca su pecho. Una runa dorada aparece, palpitando con luz ancestral.

Ikaru:
—Tu linaje no solo es sangre.
—Es fuego, trueno, eternidad.
—Tu padre… Hadam, fue el primero que pisó este lugar.

Escena III – El Entrenamiento Interdimensional

Narrador:

No existe día ni noche en el Limbo. Solo ciclos. Cambios de alma.
Allí, Ikaru construyó con su mente un campo de batalla: puentes flotantes, torres que giran, bestias hechas de tiempo congelado.

Chums entrenó.

Durante lo que para otros serían siglos, perfeccionó su Fase 1, y luego descubrió los umbrales de la Fase 2: un estado donde cuerpo, voluntad y elemento se funden.

Se enfrentó a simulaciones de Moros. A sí mismo. A versiones alternas de su pasado.
Cada victoria no era celebrada.
Cada derrota… era una lección tatuada en su espíritu.

Escena IV – El Encuentro con Hadam

En una noche de calma inusual, el Limbo mostró una grieta dorada.
Una figura emergió: alta, vestida con túnicas desgastadas, ojos como constelaciones apagadas.

Era Hadam.

Chums (asombrado):
—¿Tú… eres real?

Hadam (con voz profunda, como el eco de una montaña):
—No del todo.
—Soy lo que queda de mí… atado al eco de nuestro linaje.

Chums:
—¿Por qué no estuviste cuando caí? ¿Por qué no me protegiste?

Hadam (acercándose con solemnidad):
—Porque no se hereda la fuerza.
—Se forja con las cenizas del dolor.
—Yo caí… para que tú te alzaras.

El padre y el hijo se abrazaron. No en carne. En espíritu.
Fue breve. Fue eterno.

Hadam (desapareciendo):
—Cuando vuelvas al mundo… no serás un Guardián.
—Serás la sentencia de los dioses.

Escena V – Vigilante Silencioso

Desde un plano elevado del Limbo, Ikaru llevó a Chums a una ventana estelar.

Ikaru:
—Mira.

Y Chums lo vio.

Budry, aún vivo, entre ruinas y sombras. Caminando solo. Con los ojos enrojecidos y la voz quebrada. Pero algo en él… lo guiaba.

Chums (susurrando):
—…me siente.

Ikaru:
—Sí.
—Aunque no sepa por qué… Budry sabe que no está solo.
—Eres su faro, aún desde aquí.

Chums (cerrando los ojos):
—Cuídalo por mí.

Ikaru:
—No.
—Tú lo harás. Cuando llegue la hora.

Final del Capítulo – El Despertar

Narrador:

Chums se sentó en posición de meditación.
Su cuerpo ardía con un resplandor tenue.
Una llama en su pecho giraba en espiral.
Había paz en su rostro.
Pero bajo ella… una guerra silenciosa preparaba sus armas.

El Limbo lo sostuvo. Lo reconstruyó.
Lo endureció.

Y mientras el plano terrenal se acercaba al eclipse…
La voz de Ikaru resonó, atravesando todo.

Ikaru (con solemnidad profética):
—Cuando el mundo tiemble…
—Cuando los cielos sangren…
—Cuando el hijo de la oscuridad descienda…

—Tú volverás.

​​

Capítulo IV – El Dios Guerrero Xalgrón

“Cuando el poder de un mortal se eleva más allá del límite, los cielos envían a sus verdugos.”

Ubicación: El Cielo de Kalif

Un plano sagrado dentro del Limbo Atemporal, donde alma y materia colisionan, y donde solo los dignos pueden existir.

 

Escena I – El Descenso del Juicio

Narrador:

El cielo no se rasgó… se quebró.

Una grieta colosal se abrió como si el firmamento hubiera recibido una herida abierta. De ella, descendió una figura titánica, de casi tres metros, envuelta en fuego oscuro y armadura de magma con marcas antiguas talladas en su piel.

Cada paso que daba, hacía colapsar la plataforma flotante de Kalif.

Sus ojos… eran soles apagados. Su aliento… humo de volcanes eternos.

Su nombre era…

XALGRÓN, el Dios Guerrero.

Xalgrón (voz como el rugido de la creación):
—CHUMS DE KALIF…
—Has roto las leyes. Has burlado la muerte. Has perturbado el equilibrio.
—Los dioses me enviaron… para recordarte quién manda sobre la eternidad.

Del otro extremo, Chums, ya completamente transformado en su Fase Semidiós, lo esperaba. Su lanza brillaba como si el sol mismo la alimentara. Su mirada no temblaba.

Chums (sereno pero firme):
—Y yo te recordaré… que los dioses también sangran.

Escena II – Primer Choque

Narrador:

Sin aviso. Sin grito.

Solo violencia pura.

El hacha de obsidiana de Xalgrón cayó como un meteorito. La montaña sagrada fue partida en dos. Pero Chums desapareció en un destello, y reapareció a su espalda.

Chums (murmurando):
—Instinto temporal… activado.

Lanzó una estocada directa al corazón del dios.
¡CLANG!
El sonido fue como mil espadas chocando al unísono.

Xalgrón (girándose con fuerza):
—¡Eres rápido… pero aún humano!

El hacha lo golpeó de lado. Chums salió volando cientos de metros, estrellándose contra una torre de cristal espiritual.

La torre se desmoronó.
Chums se levantó, escupiendo sangre dorada.
Sonrió.

Chums:
—Lo que soy… es alguien con algo por lo que pelear.

Escena III – Danza de Tormentas

Chums concentró energía elemental. Su aura explotó.
Rayos, viento, fuego, hielo. Todo a su disposición.

Chums (alzando la lanza al cielo):
—¡TORRENTE DE LA CENTELLA!

Un ciclón de rayos azules envolvió a Xalgrón. Cada trueno era un golpe de siglos de dolor canalizado. Las almas del linaje de Hadam susurraban entre los rayos.

Pero Xalgrón se reía.

Xalgrón:
—¡Tus tormentas me alimentan, semidiós!

Absorbió parte del poder y golpeó el suelo. Una onda de choque devastó la plataforma. Chums fue arrastrado por la energía, cayendo con fuerza.

 

Escena IV – La Visión del Artefacto

Chums estaba arrodillado. Su lanza, partida. Su brazo izquierdo, fracturado. El sudor le nublaba la vista. Sintió frío. Miedo.

Y entonces…
El artefacto triangular que Ikaru había sellado en su pecho… brilló.

Voz interior (ancestral, profunda):
—No has despertado todo aún…
—Pero puedes usarme… una vez.

Chums (cerrando los ojos):
—Padre…
—Budry…
—No tengo miedo.
—¡DAME FUERZA!

El artefacto brilló como un segundo sol.

Escena V – Técnica Prohibida: ÉXODO DIVINO

Narrador:

El cielo se detuvo.
Literalmente.
Las partículas de luz se congelaron.
Las plataformas flotantes dejaron de girar.
El tiempo, vencido por el espíritu de un solo hombre.

Chums levitó. La lanza rota se reconstruyó en el aire, rodeada por los símbolos sagrados de Kalif. Detrás de él, el espíritu de Hadam se manifestó por completo.

Chums (voz multiplicada, como si hablara junto a sus ancestros):
—Ésta no es la victoria…
—¡Es el juicio de la era de los dioses!
—¡¡ÉXODO DIVINO!!

Se lanzó con velocidad imposible. La lanza era luz pura. Xalgrón intentó detenerlo, alzando su hacha con ambos brazos…

Pero fue atravesado.

La luz lo devoró desde adentro.
Su rugido estremeció el Limbo.
Sus cenizas flotaron en silencio.

Escena VI – El Precio del Poder

Narrador:

Chums descendió lentamente.
Su lanza se deshizo en partículas.
Su piel se quebraba como vidrio bendito.
Su cuerpo… desaparecía.

Chums (arrodillado):
—¿Este… era el precio?

Una grieta se abrió a sus pies. Un vórtice de oscuridad y éter lo atrapó.

Chums (mientras cae):
—No me arrepiento…
—No me rindo…

Ikaru (voz distante):
—Tu alma no se pierde…
—Sino que evoluciona.

Narrador:

Y así, el cuerpo de Chums desapareció del plano de Kalif…
Pero su alma fue absorbida por una nueva dimensión:
Un vacío oculto incluso al Limbo, donde el alma dormirá y se preparará…

Por la guerra final.

​​

Capítulo V – La Cámara de los Mil Eones

“Cuando el alma cae, debe caminar siglos en la oscuridad antes de volver a la luz.”

Escena I – Más Allá del Limbo

Narrador:

Ni cielo.
Ni tierra.
Ni tiempo.

Tras su sacrificio en Kalif, Chums fue absorbido por un plano oculto incluso al Limbo Atemporal. Un lugar creado por las antiguas energías de los dioses originales, sellado por los precursores, y accesible solo por aquellos que han muerto más de una vez sin rendirse.

Ese lugar era la Cámara de los Mil Eones.

Un abismo de dimensiones flotantes, ruinas de batallas nunca vistas, espejos de futuros que podrían existir, y torres eternas donde el tiempo se curva, se retuerce… y forja.

Escena II – El Retorno sin Cuerpo

Chums despertó.
No tenía cuerpo físico.
Era alma pura, una silueta de energía envuelta en grietas de luz azul y fuego dorado.

No podía hablar.
Pero podía sentirlo todo: cada batalla perdida, cada muerte familiar, cada promesa rota, cada mirada de Budry… todas ardían en su núcleo.

Y una voz antigua habló. No era Ikaru. No era Hadam.

Era la Cámara misma.

Voz de la Cámara (etérea, reverberante, incomprensible para los no dignos):
—Mil caminos. Mil caídas.
—Cada eón… una muerte. Cada instante… una elección.
—¿Volverás a ser carne?
—¿O forjarás tu eternidad?

Escena III – El Entrenamiento de los Quebrados

Narrador:

Así comenzó el castigo.
No físico, sino existencial.

La Cámara proyectaba versiones de Chums:

  • Uno cobarde que no salvó a Alice.

  • Uno vengativo que mató a Budry en su locura.

  • Uno que se arrodilló ante Moros.

  • Uno que nunca tomó la lanza.

Cada versión lo desafiaba.
Cada derrota lo rompía.
Cada victoria lo reconstruía.

Día tras día (si eso existiera ahí), luchó.
Gritó.
Cayó.
Gritó más fuerte.

Y finalmente… aprendió.

Escena IV – El Alma Forjada

Después de mil enfrentamientos, Chums llegó al corazón de la Cámara: una cúpula suspendida en un mar de recuerdos.

Allí, sobre un pedestal flotante, lo esperaba una armadura sagrada: La Piel del Eón, forjada con fragmentos de tiempo sólido, huesos de titanes antiguos y fuego de los Primeros Días.

Su lanza ya no era la misma. Se había convertido en una extensión de su alma: Centellam, un arma viva que hablaba con cada movimiento, pulsando con el ritmo del corazón de Chums.

Chums (ya con forma humana, en voz grave, templada):
—He visto quién fui. Quién no fui. Y quién pude ser.
—Ahora sé quién soy.

Escena V – La Visión del Mundo

La Cámara lo llevó a una esfera translúcida.

Chums vio el mundo terrenal.

Eclipsis estaba en ruinas.
Budry peleaba solo, su alma consumida por dolor y oscuridad.
Ikaru aguardaba frente al Portal Chispa, con lágrimas en los ojos.
Moros, cada vez más fuerte, reunía legiones de entidades corruptas, profanando los cielos.

Y entonces… la Cámara le mostró algo más.

Un recuerdo de Alice.
Sentada en su jardín. Riendo con Rongo. Cantando para Budry.
Una imagen que ya no existía en ningún plano, pero que vivía… dentro de él.

Alice (voz como viento cálido):
—Chums… no luches solo.
—Guía. Protege. No por odio… sino por amor.

Escena VI – El Renacimiento

Narrador:

La Cámara comenzó a desvanecerse.

Las ruinas flotaron hacia el vacío.
La luz se comprimió en su pecho.
La lanza giró como una estrella girando sobre su eje.
La armadura se cerró sobre él.

La voz de la Cámara sonó una última vez.

Cámara:
—Has caminado los mil eones.
—Ahora… sé más que tiempo.
—Sé legado.

El cuerpo de Chums ardió con luz azul, blanca y dorada.
Su mirada era calma. Su espíritu era fuego.
Su alma era un faro.

Final – La Llamada de Ikaru

Desde el plano físico, frente al Portal Chispa, Ikaru sintió un viento que no venía de ningún lugar.

El suelo vibró.
El cielo cambió de color.
La lanza de Ikaru brilló, como reconociendo a su igual.

Ikaru (sonriendo con ojos llenos de lágrimas):
—…Ya viene.

Narrador:

Así fue como Chums, el Guardián caído, el hijo de Hadam, el forjado en dolor y redención, terminó su travesía en la Cámara de los Mil Eones.

Y con él, la esperanza volvió a latir en los mundos rotos.​​

Capítulo VI – La Batalla del Eclipse

“Algunos nacen para proteger. Otros para romper. Pero los más temidos… son los que olvidan por qué pelean.”

 

Lugar: ECLIPSIS – El Mundo Fracturado

Un plano al borde de la extinción, donde la luz del día ha sido suprimida por un eclipse eterno. Donde las ruinas hablan, y los gritos del pasado aún caminan entre cenizas.

Escena I – El Inicio del Choque

Narrador:

El mundo de Eclipsis temblaba como un corazón moribundo.
La luna negra cubría el cielo.
Y entre las ruinas humeantes del Refugio del Sol, Budry, ahora un joven guerrero endurecido por el dolor, aguardaba.

Su respiración era irregular.
Sus brazos, manchados de sangre ajena.
En sus ojos no había esperanza… solo necesidad de respuesta.

Budry (mirando al cielo):
—Sal… cobarde.
—Deja de esconderte tras sombras y ruinas.
—¡MUÉSTRATE, MOROS!

El aire se rasgó como tela vieja.
Del cielo descendió Moros, envuelto en su manto oscuro, flotando como si no tocara el mundo mortal.

Moros (con voz etérea y burlona):
—Así que… el cachorro sigue ladrando.
—Maté a tu madre. Maté a tu hermano. ¿Vendrás tú a intentarlo también?

Budry (sin responder, lanzándose de inmediato):
—¡AAAAAHHHH!

Escena II – Combate Humano

Narrador:

Budry peleaba con el cuerpo de un mortal… pero con el dolor de mil condenas.

Su espada, rota pero fiel, chocaba con las ondas negras de Moros.
Se movía con agilidad feroz, como un guerrero desesperado por venganza.
Cortes, saltos, patadas, gritos.
Todo lanzado sin contención.

Moros (resistiendo, jugando):
—¿Eso es todo? ¿Ni un susurro de poder divino?
—¿Tanto lloraste por Chums para venir a morir igual?

Budry (con rabia creciente):
—¡CÁLLATE!

Pero el cuerpo no daba más.

Moros lo azotó contra una torre caída.
Budry se levantó, escupiendo sangre, pero sus ojos… ya no eran los mismos.

Escena III – Activación: FASE 1 – Locura Desatada

Narrador:

De repente, la energía cambió.

Un aura oscura y agitada comenzó a brotar de Budry.
Como humo infectado. Como llamas temblorosas.
Su brazo derecho comenzó a mutar: alargado, negro, con venas rojas que palpitaban como si algo viviera dentro.

Sus pupilas se dilataron.
Sus dientes se afilaron.
Y su risa… se volvió inhumana.

Budry (entre risas rotas):
—Ja… ja… je…
—Ahora sí… entiendo…
—¡NO ES DOLOR… ES PLACER!

Saltó con fuerza bestial. Cada movimiento era salvaje, impredecible.
Golpeó a Moros con tal violencia que el dios retrocedió, sorprendido por primera vez.

Moros (serio, con los ojos entrecerrados):
—Esto… ya no es Budry.
—Es otra cosa.

Budry gruñía. No hablaba.
Solo jadeaba.
Y golpeaba.
Y reía.

Escena IV – FASE 2 – Hambre Absoluta

Narrador:

Y entonces… ocurrió.

Algo se rompió dentro de Budry.

El aura se volvió líquida, pegajosa, como una sombra viviente que goteaba de su cuerpo.
Su espalda se encorvó. Sus manos se convirtieron en garras.
Su mandíbula se dislocó como la de una bestia devoradora.
Sus ojos se apagaron… dejando solo vacío.

Narrador:

Budry… ya no existía.

Solo quedaba la HAMBRE.

Una criatura nacida del dolor, de la pérdida, de la ira no resuelta.
Un ente sin lenguaje. Sin identidad.
Solo sed.

Moros (ahora preocupado):
—¿Qué… eres?

La criatura rugió.

Y atacó con una furia descomunal.
Cada zarpazo abría grietas dimensionales.
Cada salto estremecía el plano entero.
Eclipsis se deshacía con cada movimiento.

Moros (cubriéndose, jadeando):
—¡Imposible! ¡Esto no es poder mortal!

Narrador:

Pero no era poder.
Era desequilibrio puro.
Un abismo sin fondo en forma de muchacho roto.

Budry no reconocía aliados ni enemigos.
Solo golpeaba.
Devoraba.
Rompía.

Escena V – El Portal Responde

En otro plano, frente al Portal Chispa Dimensional, Ikaru sintió un temblor.

Ikaru (alarmado):
—¡No! ¡Está cayendo demasiado!

La energía de Budry estaba cruzando el límite.

Y entonces…
El Portal brilló.

Una figura descendió.
Firme.
Silenciosa.
Envuelta en luz azul y dorada.
Chums.

Chums (mirando a lo lejos):
—…Budry…

Epílogo del Capítulo

Narrador:

El campo de batalla era un caos.

Moros, por primera vez, no sonreía.
La bestia que fue Budry avanzaba como una tormenta ciega.
Y en el cielo… el verdadero Centinela había regresado.

Y con él…

la esperanza, la guerra… y el destino.

Escena VI – El Abismo entre Hermanos

Narrador:

El aire se partía por el rugido de la criatura que una vez fue Budry.
A su alrededor, los escombros flotaban, atraídos por la gravedad caótica de su energía.
Su respiración era un gruñido constante, y su cuerpo destilaba humo oscuro por cada herida.

Desde el cielo descendía Chums, envuelto en el fulgor celeste de la Cámara de los Mil Eones, con su armadura resplandeciente y la lanza Centellam firmemente sujeta en su espalda.

Pero no venía como guerrero.

Venía como hermano.

Chums (con voz baja, dolida):
—…Budry…
—Hermano… estoy aquí.
—Ya no tienes que pelear solo.

Narrador:

La criatura alzó la cabeza.
Sus ojos sin pupilas se enfocaron en la silueta que descendía del cielo.
Una energía familiar…
Demasiado familiar.

Y por un segundo…
Solo un segundo…
El temblor en las manos de Budry se detuvo.

Chums se acercó lentamente.
Dejó caer su lanza.
Levantó ambas manos…
Y lo abrazó.

Chums (con lágrimas contenidas):
—Perdóname…
—Llegué tarde otra vez…
—Pero ahora… no voy a soltarte.

Narrador:

El abrazo duró medio segundo.

Medio segundo…
Antes de que la criatura gritara con una furia descomunal y liberara una onda expansiva que partió el suelo en dos.

El cuerpo de Chums salió disparado, hundido en una cúpula de energía oscura, estrellándose contra una montaña flotante a cientos de metros de distancia.

Escena VII – Caída de un Centinela

Narrador:

El impacto fue devastador.
Montañas se rompieron.
Eclipsis entera se estremeció.

Desde el horizonte, una onda de destrucción barrió el campo de batalla, quemando la atmósfera con la ira primordial de Moros.

Chums, cubierto de sangre y polvo, cayó de rodillas entre escombros retorcidos.
Su pecho subía y bajaba con dificultad.
Sus ojos, enrojecidos, no podían dejar de mirar el cielo…
porque lo había sentido.

Un grito. Un susurro. Una conexión.

Chums (con voz rota):
—…Zaira…

Narrador:

Arrastró su cuerpo entre ruinas calcinadas, entre soldados caídos y estructuras colapsadas, hasta llegar a los restos de la torre del Bastión Solar.
Todo estaba en silencio.

Pero ahí… entre las brasas y el metal retorcido,
yacía ella.

Zaira.

Su cabello ondulado cubría parte de su rostro.
Su cuerpo aún respiraba, apenas.
Sus ojos, entrecerrados.
Y el brazalete Heterihum… chispeaba a punto de apagarse.

Chums (derrumbándose junto a ella):
—Zaira… no…
—¡Zaira! ¡Por favor… no cierres los ojos!

Zaira (apenas audible):
—Chums…
—¿Estás… herido?

Chums (con lágrimas):
—No me importa eso…
—Tú… tú me salvaste. Como siempre lo haces…

Narrador:

Él la abrazó. Fuerte.
Como si al fundirse en ese abrazo pudiera evitar que se apagara.
Sus lágrimas resbalaron por el rostro manchado de ella.
Sus manos temblaban al acariciar su mejilla.

Chums (llorando):
—Perdóname…
—No estuve ahí cuando más me necesitabas…
—Siempre fuiste más fuerte que yo, más sabia…
—Y aún así… caíste por protegernos.

Zaira (con una débil sonrisa):
—Lo… haría de nuevo…
—Mi amor… tú eres el futuro.
—Tú… debes… seguir…

Narrador:

Entonces ocurrió.

Un resplandor dorado emergió de su muñeca.
El brazalete Heterihum tembló, crujió, y salió expulsado, como un corazón arrancado de un alma dormida.
Flotó en el aire unos segundos, girando entre ráfagas de energía emocional codificada.

Luego, como un cometa dirigido por el destino…
se estrelló contra el pecho de Chums.

Su artefacto de núcleo vital —una reliquia vieja, fracturada por la batalla— reaccionó al instante.
Luz, memoria, amor, datos, todo se fusionó.

Narrador:

Zaira cayó inconsciente.
Y Chums…
Chums gritó.

No de dolor.
Sino porque sintió cómo ella seguía viva,
dentro de él.

Chums (con determinación entre lágrimas):
—No te dejaré ir…
—Mientras respire… tu voluntad vivirá conmigo.
—Zaira… tú serás mi fuerza.

Narrador:

Y así, entre ruinas ardientes y cielos partidos,
nació un nuevo vínculo.

Zaira, en estado vegetativo, dormía atrapada entre mundos.
Chums, ahora fusionado con el Heterihum, se alzaba como un Centinela con el corazón de la mujer que amaba latiendo junto al suyo.

Y el mundo… jamás volvería a ser igual.

Epílogo Emocional

Narrador:

Así, entre ruinas, cenizas y la locura de la sangre, la tragedia volvió a visitar al Centinela.

Y ahora, Chums comprendía:

Para salvar a Budry…
no bastaba con luchar.
Tendría que romper el ciclo.
Tendría que sacrificarse otra vez… o algo peor.

Escena VIII – La Ira del Centinela

Narrador:

El cuerpo de Chums temblaba entre escombros.
No solo por el golpe…
Sino por el corazón roto.

Sangraba. Su brazo izquierdo estaba dislocado. Su lanza, partida.
Pero sus ojos… ardían como nunca antes.

Chums (poniéndose de pie, con rabia contenida):
—Ya basta…
—Ya no más ruinas…
—Ya no más lágrimas…
—Ya no más muertes…

La luz a su alrededor se intensificó.
Su energía rompía la gravedad.
Los rayos que lo rodeaban eran azules, blancos… y rojos. El rojo de la ira justa.

Y entonces apareció Moros, caminando con la lentitud de un dios que no teme a nadie.

Moros (sonriendo):
—Qué conmovedor…
—Tú, arrastrándote otra vez, como la primera vez que te maté.

Chums (apretando los dientes):
—Esa vez fue un final.
—Esta vez es un comienzo.

Moros (riendo):
—Entonces, ven.
—¡Y muere una segunda vez!

Escena IX – Choque de Titanes

Narrador:

El campo de batalla se transformó en un infierno de luz y oscuridad.

Chums se lanzó con velocidad divina, sus golpes eran como relámpagos que partían el aire.
Moros respondía con magia oscura pura, distorsionando la realidad a su alrededor.

Cada choque abría grietas en el mundo.
Las nubes se partían.
El Eclipse parpadeaba como si dudara en existir.

Moros (empujándolo contra una roca sagrada):
—¡Luchas bien, pero mueres mejor!

Chums (jadeando):
—¡Y tú… hablas demasiado!

Entonces, una sombra cayó del cielo.

Un rugido salvaje rompió el aire.

Narrador:

La bestia que fue Budry se lanzó sobre Moros, mordiendo su brazo, arrancando pedazos de su manto oscuro.

Moros (gritando):
—¡TÚ OTRA VEZ!

Escena X – El Nexo de los Hermanos

Narrador:

Por un momento, Chums y Budry se miraron.

Uno, con el rostro bañado en sudor, el cuerpo tembloroso.
El otro, cubierto de sombras, su boca babeando, su mente casi perdida.

Pero en el centro…
algo los unía.

Un lazo.

No palabras.
No pensamientos.
Un instinto.

Chums (sonriendo con dolor):
—¿Todavía estás ahí… verdad?

Budry gruñó.

Pero asintió.

Y entonces… atacaron juntos.

Escena XI – Coreografía del Caos

Narrador:

Fue una danza mortal.
Una coreografía de destrucción perfecta.

Chums invocaba rayos. Budry usaba su fuerza bruta.
Chums cortaba el aire con su lanza divina. Budry destrozaba el suelo con sus garras.

Ambos se cubrían. Ambos caían. Ambos se levantaban.

Moros (jadeando, retrocediendo):
—¡BASTA!
—¡NO PUEDEN… GANARME!

Chums (gritando):
—¡Por Alice!
—¡Por Rongo!
—¡POR NUESTRO HOGAR!

Budry (voz deformada, pero clara):
—¡POR… MI… HERMANO!

Escena XII – El Final de Moros

Narrador:

Moros, en su desesperación, intentó un último ataque.
Una esfera de oscuridad total, la "Eterna Penumbra", que absorbía incluso el tiempo.

Pero antes de lanzarla…
Budry saltó sobre él.

Lo derribó al suelo.
Le rompió las alas.
Le aplastó el rostro.
Y lo devoró.

Chums (en shock):
—¡Budry, no!

Pero ya era tarde.

Moros gritó.
Lloró.
Imploró.
Y desapareció… devorado por su creación.

Escena XIII – Ascenso

Narrador:

El cuerpo de Budry se alzó entre los restos del campo.
La energía de Moros giraba a su alrededor.
Luz y oscuridad colisionaban dentro de él.

Su forma cambió.

  • Dejó de parecer humano.

  • Su piel se volvió luminosa y sombría a la vez.

  • En su frente surgió un tercer ojo cerrado.

  • De su espalda brotaron dos alas: una de hueso, otra de luz.

Y cuando abrió los ojos…

Budry ya no era Budry.

Narrador (en voz solemne):

—Así nació un nuevo dios.
—No de creación.
—No de justicia.
—Sino de Dualidad.

Budry, el Dios de lo Incontrolable.
El que cayó… y regresó.
El que lloró… y devoró.
El hermano perdido… que eligió vivir.

Epílogo

Chums (mirándolo desde abajo, con los ojos llenos de lágrimas):
—Bienvenido de vuelta…
—Hermano.

Budry (ya transformado, con voz grave pero serena):
—Gracias…
—por no rendirte.

Narrador:

Y así…
La batalla del Eclipse terminó.
Pero la guerra… apenas comenzaba.

Capitulo 2
00:00 / 03:01
Capitulo 3
00:00 / 04:25
Capitulo 4
00:00 / 04:16
Capitulo 5
00:00 / 03:53
Capitulo 6
00:00 / 05:32
Capitulo 6.1
00:00 / 06:57

HABILIDADES

Estilo del Relámpago Guardián

Una técnica ancestral pasada de generación en generación. Rápida, precisa y devastadora. Fusiona electricidad con maniobras de lanza cuerpo a cuerpo.

 

Fase 1: Despertar del Linaje

Activa un estado de poder incrementado, donde su cuerpo es rodeado por rayos dorados. Velocidad y reflejos aumentados x4. Sus ataques pueden romper campos mágicos básicos y armaduras menores.

 

Torbellino de Centinela

Ataque giratorio con su lanza imbuida de energía elemental. Puede destruir hordas enemigas o repeler hechizos.

 

Destello Demoledor: Furia del Trueno

Su técnica final antes de morir. Canaliza todo su maná en un solo golpe. Causa una onda expansiva capaz de destrozar estructuras de piedra.

 

ESTADISTICAS BASE (MODO NORMAL)

AtributoValor

Fuerza  /  7.2/10

Resistencia  /  6/10

Velocidad  /  5/10

Inteligencia táctica  /  7/10

Control elemental  /  7/10)

ESTADISTICAS (FASE 1: PODER DE LOS GUARDIANES)

AtributoValor

Fuerza  /  10/10

Resistencia  /  7/10

Velocidad  /  10/10

Control elemental  /  10/10

PODERES ÚNICOS

Voluntad Inquebrantable

Incluso ante el dolor extremo, Chums puede mantenerse de pie unos segundos más, movido solo por el recuerdo de su familia. Este efecto es tan fuerte que puede resistir técnicas mortales durante un corto tiempo (efecto "último aliento").

 

Eco del Guardián (después de su muerte)

Su alma no fue purgada. Chums ahora habita en Eclipsis como un Espíritu del Muro, pudiendo manifestarse en momentos críticos para proteger a Budry o sus descendientes. Puede poseer armas u objetos antiguos.

FRASES ICONICAS

"No moriré aquí. Aún me necesitan."

"La fuerza no es un don... es una maldición que acepto con honor."

"Dioses... ustedes también sangran. Eso significa que pueden caer."

"Mi lanza es la voz de los caídos. Y hoy, grita tu nombre."

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